* La institución y las madres de familia impulsan un comedor escolar que da de comer a más de 150 niñas y niños
La maestra Adriana Cortés Hernández, de formación universitaria, es la directora de la Escuela Primaria Cuitláhuac. Tiene doce años al frente de esta institución enclavada en Acocalco, una zona peculiar, pues presenta todas las características geográficas de una comunidad rural.
Sin embargo, las actividades productivas propias de estas regiones, como la agricultura o la cría del ganado, no se practican como hace algunos años debido a que una gran cantidad de habitantes ha tenido que buscar trabajo en las zonas cercanas, donde se ha incrementado la actividad industrial.
Esta comunidad, en la que se encuentra la institución, es un claro ejemplo del proceso de proletarización de la población. De poseer alguna hectárea de terreno y cultivarla con especies tradicionales de la región, han optado por emplearse en alguna de las fábricas que se han asentado en los municipios aledaños de Huehuetoca o Cuautitlán Izcalli.
Es decir, de ser pequeños propietarios y vivir de lo que podían obtener de sus tierras, ahora dependen principalmente de la venta de su fuerza de trabajo, quedando la agricultura o el cuidado de animales como una actividad complementaria.
El hecho mismo de la búsqueda de empleo en las fábricas y el abandono de las actividades agropecuarias pone en evidencia las dificultades económicas en las que se ven inmersos los habitantes.
Es preferible contar con algún recurso, aunque poco pero seguro, a la incertidumbre que ocasiona practicar las actividades agrícolas sin las condiciones indispensables para obtener una producción aceptable, como apoyos para la compra de semilla mejorada o fertilizante.
Quienes no han encontrado empleo en la industria, obligados por la necesidad económica, han encontrado en el empleo informal una fuente más o menos segura de ingresos.
Así lo describe la maestra Adriana cuando responde a nuestra petición para que realice una caracterización de los padres de familia de la institución:
“La mayoría de las familias vive en los alrededores de la escuela, algunos vienen de un poco más lejos como, por ejemplo, de El Puerto, que se encuentra en la orilla de la autopista; los padres se dedican al comercio en pequeño, ya sea en el mercado de Coyotepec, algunos en los municipios aledaños de Huehuetoca y Teoloyucan, y algunos más son obreros.”
Recuerda que cuando llegó por primera vez a la escuela había salones provisionales construidos por los padres de familia y los maestros que comenzaron la escuela. Con los años y después de la lucha organizada, comenzaron a recibir algunos recursos para la construcción de salones, cisterna, baños, techumbre, explanadas cívicas, y cada año que pasa se nota un avance en la institución.
Las tres aulas de la parte inferior del predio en que se asienta la escuela tienen aproximadamente diez años, las que están en la parte de arriba tienen como seis años; las más recientes tienen aproximadamente cuatro años.
Describe con tristeza las características sociales de los integrantes de la comunidad escolar; la mayoría, alumnos de escasos recursos:
“Muchos de los que recibimos vienen sin desayunar y no traen para comprarlo, les es difícil adquirir los útiles escolares. La zona está considerada como peligrosa, sí hay delincuencia y el municipio no cuenta con las patrullas suficientes; se habla de que solamente tienen tres patrullas.”
Sobre la percepción que la comunidad tiene de la escuela, comenta:
“Lo que he escuchado es que en esta institución se continúan realizando algunas actividades que las demás han dejado de realizar, por ejemplo, las clausuras, festividades cívicas y sociales como el 10 de mayo, 15 de septiembre, 20 de noviembre. Nosotros siempre tratamos de hacer los festivales; aquí ponemos en práctica la poesía, el baile, la danza, es lo que nos hace diferentes y también la convivencia con los padres de familia, porque reconocen que sí los atendemos, sí perciben la atención de parte de los maestros, mientras que en otras, tienen cerradas las puertas. Entonces, ese acercamiento, la comunicación nos ha hecho bien.”
En cuanto al comedor comunitario que ha impulsado la escuela y las condiciones que observaron para comenzar con el proyecto, detalla lo siguiente:
“Cuando nosotros llegamos no había aulas; bueno, sí, pero eran provisionales. Los niños venían sin desayunar y no era solamente un día sino toda la semana, se dormían en clase. Entonces, cuando vimos esa necesidad, se acercaban los papás para que solicitáramos los desayunos fríos, hicimos la petición al DIF, pero nos dijeron que era difícil porque había que solicitarlos hasta Toluca y así nos trajeron como unos seis años, hasta que hicimos la petición directamente con la presidenta del DIF. Incluso ella vino a la escuela, convivió con los alumnos y se observó la necesidad de construir un comedor para ofrecer a los alumnos los desayunos calientes y entonces fue cuando se construyó.
Tenemos desayunos que son donados para los alumnos que no tienen la posibilidad de aportar, ellos pueden hacer uso del comedor sin pagar nada toda la semana. Hay quienes hacen uso del desayuno y el almuerzo, o si gustan los papás, nada más es el almuerzo. Tenemos una cantidad de alumnos que llegan a desayunar a las siete y media de la mañana, son alrededor de 150 alumnos.”
Para mantener el servicio, explica, el DIF maneja la cuota de trece pesos; los papás deciden si los pagan diario, semanal o mensualmente. Si en algún momento no acuden a la escuela, se va recorriendo, no se vuelve a pagar.
Asimismo, explica que son cinco mamás las que ayudan; ellas se organizan y a las diez de la mañana entra el primer bloque que es primero, segundo y tercero, y a las diez y media cuarto, quinto y sexto para que a las once ya puedan tomar su recreo.
En ocasiones, cuando hacen falta mamás para atender, vienen los maestros y les ayudan a servir, vienen a estar con ellos para que los niños tengan un orden en la comida, reciban sus alimentos, terminen y se puedan retirar a sus salones.
A los papás, destaca la docente, les gusta esta dinámica; están contentos porque saben que a las siete y media sus hijos van a desayunar y a las diez van a comer. Además, la comida es variada.
Las mamás que ayudan no reciben ningún pago. El único posible beneficio —porque así se les especifica cuando van a junta del DIF— es que si llega a quedar algo de comida, se la pueden llevar, pero nada económico:
“Ellas están aquí porque vienen sus hijos, entonces, se organizan, hacen la comida y ya lo que queda pues se lo llevan.
Los papás recibieron bien el comedor, incluso cuando empezamos, muchos trajeron ollas, licuadoras, porque entregan el comedor con una estufa y algunas cosas, pero no son suficientes trastes, ollas grandes para poder cocinar. Algunos papás las donaron, otros se cooperaron para ir comprando, y ya obviamente de lo que se cobra, la presidenta compra verduras o frutas porque esas no llegan y se tienen que adquirir aparte.”
La satisfacción de estar haciendo lo correcto se deja ver cuando la profesora describe los cambios que ha notado en los alumnos:
“Uno ve los cambios en los niños cuando llegaban sin comer, a las nueve de la mañana ya tenían hambre; ahora llegan, pasan al comedor y se van contentos a trabajar.”
Finalmente, cuando se le pide su punto de vista acerca de la necesidad de la organización de maestros, padres de familia y demás trabajadores, expresa convencida:
“Yo creo que esa es la tarea que tenemos; luchar, organizarnos para poder avanzar porque son tiempos difíciles, pero yo creo que sí podemos lograr un cambio.”
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