México es una poderosa nación y rica en bienes naturales, pero a la par, se sufre de una prolongada crisis que impide disfrutarlos. Somos la economía número 14 en el mundo de acuerdo a su Producto Interno Bruto (PIB); primer lugar mundial en producción de plata, abundancia en oro y en la actualidad continúa el descubrimiento de abundantes yacimientos de petróleo y recientemente de litio. Nuestra patria es rica, no hay duda, pero somos los que menos recibimos a la hora de repartir la riqueza creada, a pesar de ser los que más horas trabajamos en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lo que se traduce a que cada peso producido, 34 centavos son para el pago de trabajadores y 66 por ciento se acumula en las fortunas de los empresarios. Mientras que el salario real en el país se redujo en 4.08 por ciento, es decir, a pesar de la propaganda oficial, hoy se pueden comprar menos alimentos de la canasta básica.
Lo anterior sólo es una parte del problema, somos un país rico, con un pueblo resignado a trabajar mucho y a ganar poco, somos exportadores netos de mano de obra barata, se presumen las remesas de los trabajadores en el extranjero, que exhiben la falta de capacidad para generar empleos bien remunerados en el interior del país. Pero a la injusta distribución de la riqueza en México, hay que sumarle la equivocada estrategia del Gobierno federal de quitarle los apoyos al campo y por tanto colocar al campesino mexicano con sus unidades económicas de producción (parcelas) en situación de quiebra.
En 2018, último año del PRI en el Gobierno, la Sagarpa ejerció un presupuesto de 76 mil 476 millones de pesos, se acusó de corrupción y hoy con Morena y sus apoyos directos, que son repartidos por la Sader (antes Sagarpa), sólo 49 mil 291 millones, 35.5 por ciento menos. Antes al campesino se le compraban sus productos más baratos y aun así había quien le regateaba el precio; hoy el productor está quebrado y la consecuencia es que los precios de alimentos se fueron por las nubes. La tortilla sirve de ejemplo, la cosecha de maíz de la parcela campesina es pagada a miserables precios y el industrial (GRUMA o MINSA) se enriquecen bajo la contemplación oficial. El perjudicado, como siempre, es el trabajador mexicano, que, con su disminuido salario, tiene que comprar los alimentos más caros, enriqueciendo al empresario agroindustrial y aplaudiendo a un Gobierno que quiebra la economía campesina.
Actualmente hay desabasto de maíz, Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), antes Conasupo, no ha podido satisfacer la demanda, por lo menos aquí en la península, disminuyeron las cantidades que se surtían a las tiendas, de tal forma que la gente hace colas y muchos se quedan sin el producto; las personas estaban acostumbradas a comprar un bulto de 50 Kg o medio bulto y eso les alcanzaba para hacer su tortilla, que es su principal alimento, pero ahora les venden únicamente 5 o 10 Kg. Para ejemplo de lo que digo, está un almacén regional ubicado en Temozón, donde los funcionarios del establecimiento que surten al oriente de Yucatán y una parte de Quintana Roo, dicen que hay recortes del presupuesto y que por ello ahora se manda menos maíz. Es la “austeridad republicana”, para evitar la corrupción y eliminar los intermediarios, pero ahora hay escases de esta semilla.
La producción de maíz en Yucatán se vino abajo. La falta de apoyos al campo provoca que ahora veamos dos escenarios, el crucial, que es el de los abandonados campesinos, que no pueden laborar sus parcelas y muchas hectáreas quedan sin siembra y por tanto no produzcan y donde unos cuantos, más por orgullo que por negocio, sobreviven sembrando de manera tradicional, con “coa” (palo con punta, usado para la siembra) y depositando con la mano la semilla sobre el surco, bajo el incandescente sol, obteniendo menos de una tonelada de maíz. Mientras el otro escenario, “optimista” a ojos del Gobierno de la 4T, el agroexportador, el de los empresarios agropecuarios, presenta datos positivos, a decir del propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, “a pesar de la crisis de la economía mexicana y la pandemia, el sector agroexportador tuvo un crecimiento de su Producto Interno Bruto del 5 por ciento”. Es preocupante descubrir que la estrategia oficial, de seguridad alimentaria, se basa en cancelar la de por sí mermada economía campesina y favorecer a las grandes trasnacionales importadoras de los excedentes, y ésta presumirla como éxito empresarial.
Los mexicanos vivimos en un territorio abundante en recursos naturales, contamos con mujeres y hombres muy trabajadores, de los más trabajadores del mundo. Nuestros antepasados fueron guerreros, astrónomos, matemáticos, arquitectos; nuestros productos, nuestra cultura y gente, van conquistando el mundo. Pero tenemos un problema, al final el pueblo trabajador está resignado a escuchar políticos charlatanes y a vender su voto por una miserable despensa, como si no nos importa el futuro. Tenemos con que vivir en mejores condiciones, con dignidad. Pagamos nuestros impuestos, tenemos derecho a que el Gobierno ejecute recursos directos en favor de los productores de la riqueza, de los trabajadores, no sólo que beneficie a los empresarios.
Los habitantes de la ciudad deben ver el gran daño que está provocando la política de la mentira y del desvío de recursos, mal llamado “austeridad republicana”. La supuesta persecución de corruptos provoca que el campesino no pueda sembrar su tierra y la prueba irrefutable de esta mala política es el alza en los precios de los alimentos de la canasta básica.
El obrero, la ama de casa, el estudiante, el adulto mayor; todo México, vivimos la peor crisis alimentaria de los últimos tiempos, el Gobierno lanza la piedra y esconde la mano. Tiende una cortina de humo. Los únicos beneficiados hasta ahora son los empresarios del neoliberalismo, que aumentan sus ganancias y sus exportaciones. Al pueblo trabajador le debe quedar claro que si los alimentos, incluida la tortilla, suben de valor, es porque a los empresarios les va bien, a costa del perjuicio de los más pobres del país, los campesinos. Es esa la razón que el Gobierno ataque a las organizaciones, de que vea con desprecio y acuse de delincuentes a quienes se organizan; está claro que un pueblo dividido estará a merced siempre de los abusos del poder, los campesinos siempre han aportado al desarrollo de nuestro país, no los dejemos solos, como lo está haciendo esta administración morenista.
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