MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

La elegía del retorno

Luis G. Urbina
Declama: Pedro Zapata Baqueiro

Volveré a la ciudad que yo más quiero

después de tanta desventura; pero

ya seré en mi ciudad un extranjero.

 

A la ciudad azul y cristalina

volveré; pero ya la golondrina

no encontrará su nido en la ruina.

 

Volveré tras un año y otro año

de miseria y dolor. Como un extraño

han de verme pasar, solo y huraño.

 

Volveré por la noche. En la penumbra

miraré la ciudad que arde y deslumbra

como nube de chispas que se encumbra.

 

Buscaré un pobre lecho en la posada,

y mojaré de llanto la almohada

y me alzaré de prisa a la alborada.

 

Veré, a las luces de la aurora, inciertas,

las calles blancas, rígidas, desiertas,

los muros grises, las claustrales puertas.

 

Mis pasos sonarán en las baldosas

con graves resonancias misteriosas

y dulcemente me hablarán las cosas.

 

Desde el pretil del muro desconchado

los buenos días me dará el granado

y agregará: - ¡Por Dios, cómo has cambiado!

Y la ventana de burgués aliño,

dirá: - ¡Aquí te esperaba un fiel cariño!

Y el templo: - Aquí rezaste cuando niño.

 

Dirá la casa: - ¡Verme te consuela! -

¿Nunca piensas en mí? - dirá la escuela -

y - ¡Qué travieso fuiste! - la plazuela.

 

Y en esa soledad, que reverencio,

en la muda tragedia que presencio,

dialogaré con todo en el silencio.

 

Caminaré; caminaré ... Y, serenas,

mis pasos seguirán, mansas y buenas,

como perros solícitos, las penas.

 

Y tornaré otra vez a la posada,

y esperaré la tarde sonrosada,

y saldré a acariciar con la mirada

 

la ciudad que yo amé desde pequeño,

la de oro claro, la de azul sedeño,

la de horizonte que parece ensueño.

 

¡Cómo en mi amargo exilio me importuna

la visión de mi valle, envuelto en luna,

el brillo del cristal de mi laguna,

 

el arrabal polvoso y solitario,

la fuente antigua, el tosco campanario,

la roja iglesia, el bosque milenario!

 

¡Cómo han sido mi angustia y mi desvelo,

el panorama de zafir, el hielo

de los volcanes decorando el cielo!

 

Veré las avenidas relucientes,

los parques melancólicos, las gentes

que ante mi pasarán indiferentes.

 

O tal vez sorprendido, alguien se asombre,

y alguien se esfuerce en recordar mi nombre,

y alguien murmure: ¡Yo conozco a ese hombre!

 

Iré como un sonámbulo: abstraído

en la contemplación de lo que he sido

desde la cima en que me hundió el olvido.

 

Iré sereno, resignado y fuerte,

mirando como transformó mi suerte

la ingratitud, más dura que la muerte.

 

Y en el jardín del beso y de la cita,

me sentaré en mi banca favorita,

por ver el cielo y descansar mi cuita.

 

Entre la sombra, me dirán las flores:

¿Por qué no te acompañan tus amores?

Tú eras feliz; resígnate; no llores.

 

Y en el jardín que la penumbra viste

podré soñar en lo que ya no existe,

y el corazón se sentirá más triste.

 

Evocaré los seres y las cosas,

y cantarán, con voces milagrosas,

las almas pensativas de las rosas.

 

Mas ni un mirar piadoso; ni un humano

acento, ni una amiga, ni un hermano,

ni una trémula mano entre mi mano.

 

Entonces, pensaré con alegría

en que me ha de cubrir, pesada y fría,

tierra sin flores, pero tierra mía.

 

Y tornaré de noche a la posada,

y, al pedir blando sueño a la almohada,

sintiendo irá la vida fatigada

dolor, tristeza, paz, olvido, nada ...