Antes de la demagogia que nos abruma, comento una buena noticia, es decir, un hecho de gran congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se declara y lo que se cumple: gran aceptación y mucho éxito tuvo la iniciativa de los mexicanos que forman parte del Movimiento Antorchista en el sentido de tender la mano a los tabasqueños que están en el agua y han perdido todo. Según lo que se ha podido contabilizar, a Tabasco llegaron más de 200 toneladas de ayuda, de víveres, ropa, agua y muchos otros artículos que mucha gente quiso regalar. Sorprenden las explosiones de solidaridad de los pobres con los más pobres que están en situación angustiosa, pero a nadie debe parecer extraño, ha sido la cooperación desde los orígenes de la humanidad, desde antes de desprendernos del reino animal, la que ha estado en la base de la evolución y sigue estando en la base de la vida social pues la riqueza fabulosa que se produce en la actualidad la produce el hombre cooperando en las faenas agrícolas, en las fábricas y en los servicios. Nada existiría sin la cooperación. Vaya desde este modesto espacio un reconocimiento y un agradecimiento muy sincero a todos los que se desprendieron de lo que necesitaban para entregárselo a los que lo necesitaban más. Vaya también a los dirigentes y activistas del Movimiento Antorchista Nacional que publicitaron los centros de acopio y los atendieron, reunieron, cargaron y ordenaron lo recibido y lo hicieron llegar de inmediato sin que se perdiera nada, son un ejemplo nacional de compromiso con el pueblo pobre.
Y, bueno, no me queda más remedio que pasar a dedicarle unas palabras a la demagogia reinante, no para engrandecerla sino para llamar a todos a acabar con ella. México no produce vacunas contra el virus Sars-Cov-2. Las tiene que andar comprando en el mundo a precio de oro. Nuestro atraso científico y tecnológico es ya muy conocido y no se debe a falta de cerebros y voluntades, existe desde antes de que entrara a gobernar Morena con su llamada Cuarta Transformación pero, a dos años del nuevo régimen, no sólo nada ha cambiado, sino que hay ya suficientes elementos objetivos, perfectamente comprobables de que no se hace nada para que cambien las cosas, la política de educación y apoyo a los investigadores de alto nivel, está tirada. No hay, pues, ninguna razón para esperar que en el corto plazo nuestro país produzca alguna vacuna que proteja a la población del mortal virus que ya ha costado más de 110 mil vidas.
Pues bien, la política de comunicación del régimen de la Cuarta Transformación, haciendo uso de sus recursos de poder y dinero, ha instalado en los principales medios de comunicación la idea de que la vacuna comprada en el extranjero ya está a la vuelta de la esquina y será la solución definitiva a todos nuestros problemas con la pandemia del virus Sars-Cov-2. Todas esas declaraciones y las abundantes notas que propician tienen como propósito tranquilizar a la población e impedir que piense que ha estado, como en efecto ha estado, abandonada ante el ataque del virus Sars-Cov-2. Son demagogia pues.
No se confíen amigos. Si se logran comprar las vacunas, no llegarán en lo inmediato a los 130 millones de mexicanos, se aplicarán por sectores atendiendo a la necesidad que tengan de ellas y habrá que desplegar todo un operativo estratégico para que finalmente le lleguen a un número tal de mexicanos que pueda considerarse vencida la pandemia. No olvidar que hay vacunas que tienen que aplicarse dos veces. Y todo eso puede tardar varios meses, así que no conviene echar las campanas a vuelo, aunque el gobierno de la 4T se niegue a hacerlo, seguirá siendo indispensable hacer pruebas masivamente para localizar a los enfermos y aislarlos y obligado ampliar y mejorar sensiblemente los servicios médicos. Y usar cubre bocas. Quien diga lo contrario propaga la demagogia.
Pero no es todo. Se hacen declaraciones constantes, incluso por el presidente de la República, de que vamos muy bien y nuestros problemas son pocos, pequeños e incidentales. Que ya se sentaron las bases para la transformación definitiva del país. No creo. Fijémonos en la promesa principal, el logro histórico que ofreció la 4T: el famoso combate a la corrupción. Ese mal endémico sigue presente en nuestro país, existe constantemente a nuestro alrededor, muy poco ha cambiado. Ahí tenemos a Pío, a la prima de su primo, al gobernador de Veracruz que asigna, según su soberana voluntad, 19 mil 400 contratos de obras y servicios para el gobierno de su estado, el 99 por ciento del total de acciones, sin atender ningún tipo de concurso ni presentación de proyectos. Todo bajo el amparo de sus conocimientos especializados y a su incuestionable espíritu justiciero.
Así van las cosas en materia de corrupción, pero lo peor del caso es que, aun siendo un grave problema del país, no es el más devastador. Desde hace mucho tiempo el Movimiento Antorchista dijo que la enfermedad del país estaba mal diagnosticada por el candidato López Obrador y que, consecuentemente, la receta estaría mal y sería un fracaso. En efecto, el mal de México, el gran mal de muchos años, persistente y destructivo, es la injusta distribución de la riqueza y, por tanto, los esfuerzos que se hagan para combatir la corrupción, porque algunos esfuerzos se deben de haber operado, no le han hecho ni cosquillas a la pobreza que es la catastrófica enfermedad que está asolando a los mexicanos.
Según datos oficiales al tercer trimestre de este año, es decir, al día último de septiembre, ya hay 32 millones de mexicanos que no tienen ingresos suficientes para comprar la llamada canasta básica que, como su nombre lo indica, es lo básico, lo elemental para sobrevivir. Más allá de las estadísticas que son frías y que a veces no dicen gran cosa, la gente en los pueblos y en las colonias no tiene dinero para curarse y recurre a recetas caseras que no sirven de nada, no se puede curar de padecimientos graves porque los hospitales dicen que sólo reciben enfermos de Covid-19, vende lo que le queda para comer, cambia ropa usada, empeña en el Monte de Piedad, en síntesis, no tiene empleo ni ingresos. En este año, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos pronostica que la economía mundial caerá un 4.2 por ciento, la de Estados Unidos 3.7 por ciento y la mexicana 9.2 por ciento. Así de que más allá de la demagogia, está la realidad. Cuidado con la tierra en los ojos.
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