El regreso a clases en México ha estado marcado por una serie de desafíos abrumadores. Más allá de la polémica en torno a los libros de texto, 29 millones de alumnos han vuelto a las aulas, enfrentando el rezago educativo, el riesgo de abandono escolar, la deterioración de la salud mental y otros problemas, todos derivados de la pandemia. Desafortunadamente, el gobierno federal, estatal y local parece incapaz de ofrecer soluciones efectivas a estos problemas críticos.
Las escuelas desempeñan un papel fundamental en la socialización y el desarrollo de los estudiantes, y es responsabilidad de los tres niveles de gobierno abordar los desafíos que la pandemia y el confinamiento han exacerbado. Sin embargo, el quinto informe del presidente no abordó temas cruciales como el abandono escolar, el rezago educativo, la mejora de la infraestructura y la capacitación docente.
El abandono escolar, impulsado principalmente por factores económicos, y el rezago educativo son preocupantes. Pero ahora, después de un año y medio de regreso a las aulas, nos enfrentamos a problemas aún más graves: ansiedad, depresión, cambios en el comportamiento de los jóvenes y un aumento en los suicidios. Un estudio de la Universidad de Stanford ha revelado que muchos jóvenes han experimentado niveles significativos de estrés relacionado con la pandemia, lo que ha resultado en daños cerebrales que contribuyen a la depresión, la ansiedad y el estrés.
Lamentablemente, carecemos de un programa o política pública efectiva para abordar el abandono escolar y el deterioro educativo. Además, los nuevos libros de texto, que no cumplen con los estándares legales y se han visto envueltos en debates ideológicos y partidistas, reflejan el estado deplorable de la educación en México.
En la era digital en la que vivimos, es esencial considerar la vida digital de los jóvenes y adaptar el sistema educativo para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, las autoridades parecen estar desconectadas de esta realidad, a pesar de que la ley establece que la educación debe ser una prioridad.
A medida que 2023 llega a su fin, seguimos sin una evaluación nacional oficial de los impactos de la pandemia en la educación. Los cambios en los planes de estudio de la Secretaría de Educación Pública (SEP) no han venido acompañados de supervisión o herramientas técnicas para los docentes. El Sistema Educativo Nacional sigue siendo excluyente, inequitativo e ineficiente, lo que impide que los estudiantes se preparen adecuadamente para la vida cotidiana.
Un estudio de Mexicanos Primero muestra que México se encuentra en el nivel más bajo en ciencias y lectura, y más de la mitad de los estudiantes tienen dificultades en matemáticas. Además, 1.3 millones de personas quedan excluidas de la educación formal sin un plan para abordar esta exclusión.
En el estado de Guerrero dejaron la escuela por falta de dinero o porque tenían que trabajar y que esto tiene como consecuencias graves para el futuro de los jóvenes, quienes podrían verse obligados a aceptar trabajos precarios o caer en situaciones de abuso y violencia, o
incluso ser reclutados por redes de crimen organizado.
La educación va más allá de la adquisición de conocimientos académicos; también implica la educación socioemocional, crucial para el éxito en la vida laboral y personal. La llamada Nueva Escuela Mexicana parece ser un ejemplo de incongruencia y desacato a la ley. Es hora de exigir programas de estudio de alta calidad que se desarrollen con consultas y metodologías pedagógicas adecuadas.
La educación es el pilar del desarrollo de una nación, y no podemos permitirnos ignorar los desafíos que enfrenta nuestro sistema educativo. Es hora de buscar soluciones efectivas que beneficien a todos los mexicanos y que preparen a las nuevas generaciones para un futuro mejor. El proyecto educativo propuesto por Antorcha Magisterial podría ser un paso en la dirección correcta, pero es fundamental que todos los mexicanos y especialmente los docentes se involucren en el proceso de transformación educativa que México tanto necesita.
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