Se conoce como crisis alimentaria a la dificultad que tienen las personas al acceso a alimentos suficientes, seguros y suficientes, seguros y nutritivos para satisfacer sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias para una vida activa y sana.
La devaluación de las monedas, en la mayoría de las economías en desarrollo, provoca que el precio de los alimentos y los combustibles aumenten día a día, lo que incrementa el riesgo de profundizar la crisis alimentaria y energética que muchas ya enfrentan, reportó el Banco Mundial.
En nuestro país el 51.1 por ciento de los hogares se encuentra en algún tipo de inseguridad alimentaria. El 20.6 por ciento de estos aparecen en el grado de moderada y severa, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 (Ensanut) .
“Aunque los precios de muchos productos básicos han retrocedido desde sus máximos, siguen siendo altos en comparación con su nivel promedio durante los pasados cinco años. Un aumento adicional en los costos de los alimentos podría prolongar los desafíos de la seguridad alimentaria en los países en desarrollo”, advirtió Pablo Saavedra, vicepresidente de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Banco Mundial.
En un informe, el organismo reportó que sumado al incremento de precios en alimentos y energías –que en sí mismo implican una pérdida de poder adquisitivo-, la depreciación de las monedas de economías emergentes frente al dólar ha provocado que resulte más costoso adquirir alimentos que no se producen de manera local.
México sufre de una grave inseguridad alimentaria debido a que nos hemos convertido en el principal importador de granos básicos en el mundo. Para enfrentar ese tipo de crisis, el camino es alcanzar y defender la soberanía en el sector.
“La combinación de precios elevados de las materias primas y depreciaciones persistentes de las monedas se traduce en una mayor inflación en muchos países”, explicó AyhanKose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial.
El año pasado hubo gran inflación como consecuencia de desajustes en el sistema agroalimentario mundial, exacerbados por conflictos bélicos- principalmente el de Rusia y Ucrania-, y el cambio climático, que ha afectado a diversas regiones a nivel global, con sequías que están dejando en condiciones catastróficas a buena parte de la población. En nuestro país ese fenómeno meteorológico y la mala planeación de nuestro gobierno en el desarrollo agrícola han afectado la producción de alimentos.
Es claro que, en México, la seguridad alimentaria implica la importación de los alimentos para aprovechar los precios bajos que provienen del mercado norteamericano; el maíz blanco para consumo humano es un ejemplo claro. No tendríamos por qué importar el grano, ya que todas las entidades federativas tienen características para producir alguna de las 55 especies, pero a través de los tratados y acuerdos de libre comercio se ha obligado al país a ser dependiente.
Cada vez más, a partir del comercio, los productores han sido desplazados. Nos hemos convertido en una especie de agromaquiladores, porque importamos materias primas, maquinaria, el esquema productivo sustentado en agroquímicos, y todo ello ha conducido a la devastación del campo mexicano.
Durante los primeros tres bimestres de 2022, la inflación de los precios de los alimentos en América Latina y el Caribe promedió entre 12 y 15 por ciento.
Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, explicó que los formuladores de políticas en las economías de mercados emergentes y en desarrollo tienen un espacio limitado para manejar el ciclo de inflación global más pronunciado en décadas.
“Necesitan calibrar cuidadosamente las políticas monetarias y fiscales, comunicar claramente sus planes y prepararse para un periodo de volatilidad aún mayor en los mercados financieros y de materias primas mundiales”, recomendó el funcionario del organismo financiero internacional.
En 2023, la gente pasará hambre por razones diferentes: la agricultura será intermitente en zonas de conflicto, los efectos del cambio climático incrementarán los fenómenos meteorológicos extremos, la pobreza estructural resultado de la desaceleración económica y la inflación.
Urge que la 4T resuelva el problema alimentario de inmediato, haciendo un uso más eficiente de recursos y apoyar al campo agrícola porque la población no se comerá ni el Tren Maya, ni la nueva refinería que no refina.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario