Permanece a mi lado, cuando se apague mi luz,
y la sangre se arrastre y mis nervios se alteren
con punzadas dolientes.
Y el corazón enfermo
y las ruedas del tiempo giren lentamente.
Permance a mi lado, cuando a mi fragil cuerpo
le atormenten dolores que alcanzan la verdad.
Y el tiempo maniaco siga esparciendo el polvo.
Y la vida furiosa siga arrojando llamas.
Permanece a mi lado, cuando vaya apagándome.
Y puedas señalarme el final de mi lucha.
Y el atardecer de los días eternos
en el bajo y oscuro borde de la vida.
Permanece a mi lado, cuando el camino se acabe.
Y lo recorrido no sea más que un recuerdo,
un instante suspendido en el tiempo, en la eternidad.
Y la verdad me alcance, y la verguenza se rinda.
Permanece a mi lado, cuando todos se hayan ido.
Y la soledad me amenace,
y la oscuridad me envuelva.
Cuando el sonido de tu voz sea el último nexo con la vida.
Y tus ojos me miren y tus labios me besen.
Permanece a mi lado, cuando la vida me deje,
y no pueda cantar, y no pueda gritar.
Cuando las olas del mar no me lleguen
y la brisa desprenda la verdad de mis días.
Permanece a mi lado, cuando todo parezca sucumbir al hastío.
Y el tedio se canse y la esperanza no nazca.
Y la música se ahogue, callada, lenta, mojada,
en mi burlada garganta.
Permanece a mi lado para no perderte ahora,
para quererte siempre, y así protegerte
de la llama incandescente que derriba las puertas
y aplasta las vidas, dejandolas muertas,
en espantosa huida.