Es del dominio público que los servicios proporcionados por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) están más que desprestigiados entre la población, y que quienes, a pesar de los pesares, acuden a esta importante institución, lo hacen porque no sólo la necesidad los ha obligado a ello, sino porque no tienen ninguna otra alternativa para sus males.
Con las excepciones que tiene toda regla, por lo demás muy raras, pero significativas, la atención, el mal trato que se dispensa a los trabajadores que acuden a los servicios al Instituto, las largas esperas, la falta de concienzudos auscultamientos, los diagnósticos al vapor por la ausencia de los estudios especializados pertinentes, así como la falta de medicamentos adecuados para el tratamiento de las enfermedades o padecimientos, la interminable burocracia que impera y la ausencia de una atención esmerada con ánimo de curar los padecimientos y enfermedades de los trabajadores, menudean y hacen muchas veces inexistente en los hechos el goce de las prestaciones establecidas por la ley.
Hace pocos días, una desgracia fue nota en San Luis Potosí, cuando menos a nivel local, al fallecer un joven que tras caer en su trabajo de una altura de más de 10 metros, que fue trasladado con vida al IMSS donde posteriormente murió, y hasta donde lo dio a conocer la familia del afectado, su fallecimiento se debió a que no fue atendido con prontitud dado que requería que se le practicara una intervención quirúrgica urgente para retirarle los coágulos que se habían formado en su cerebro a causa del golpe; debido a lo cual manifestaron, a través de los medios informativos, su intención de presentar la denuncia respectiva ante la fiscalía del estado, por considerar que existió negligencia médica.
Claro que la responsabilidad o ausencia de los presuntos la habrá de determinar un juez en su momento. No juzgo, pero el hecho, por sí solo, motiva a la reflexión por cuanto que es una constante el que los trabajadores sufran accidentes (riesgos de trabajo), enfermedades, o padecimientos que, aunque menos aparatosos o visibles, deterioran su salud sin que encuentren satisfacción plena a su derecho humano fundamental a la salud, claramente garantizado por el artículo cuarto de la constitución, el cual establece la responsabilidad de asegurarlo y protegerlo, es decir de llevarlo a cabo, del Estado mexicano.
Si bien es cierto que la primera forma que adquiere esta responsabilidad es la promulgación de las leyes secundarias conteniendo las normas pertinentes para la ejecución efectiva de las disposiciones y que por eso existe la ley de salud pública, la ley general de salud, la nueva ley del Seguro Social, las cuales establecen el derecho a la salud que tenemos todos los mexicanos en general y los obreros fabriles o empleados en particular como beneficiarios del Seguro Social, pero estas estas leyes, que siendo muchas forman una madeja enredada que dificulta hasta el conocimiento para los interesados, no bastan, además, no se cumplen objetivamente o se cumplen en grado insignificante, volviéndose en su amplia mayoría en letra muerta.
Por ejemplo, lo dicho a pesar de que la ley del Seguro Social que crea el Instituto Mexicano del Seguro Social establece que esta asociación de personas regida por la ley, es un organismo descentralizado con personalidad jurídica y patrimonio propios de integración operativa tripartita en la que concurren los sectores público (gobierno) social (trabajadores) y privado (patrones), y el cual tiene un carácter fiscal también autónomo; creado para la organización y administración del Seguro Social, que es el instrumento básico de la seguridad Social (cuya finalidad es garantizar el derecho a la salud, a la asistencia médica, a la protección de los medios de subsistencia, léase alimentos, y los servicios sociales necesarios para el bienestar individual y colectivo, así como el otorgamiento de una pensión), de los beneficiarios por régimen obligatorio, o por régimen voluntario.
Es decir, de la mera existencia de la ley no se deriva en automático su cumplimiento; y en este tema, como trataré de demostrarlo en seguida, hay muchos y graves pendientes hacia la sociedad, sobre todo al pueblo, entendido éste, como las clases laborantes y empobrecidas de nuestra sociedad, las cuales padecen todos los males y falta de oportunidades a pesar de formar la base que sostiene toda la pirámide social.
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