El grito de auxilio de los habitantes de Tabasco es uno solo, claman por ayuda humanitaria tras quedar hundidos en el agua por el desfogue de la presa Peñitas que realizó la Comisión Federal de Electricidad (CFE) sin cautela y sin alertar a la población del desastre que provocaría.
"Ya no tenemos nada que comer, ni tenemos dinero. Hoy estamos peor que nunca, no hay ningún apoyo del gobierno", expresó la señora Aurelia, habitante de la colonia Gaviotas Sur, una de las más afectadas por la anegación.
Desde 2007 los lugareños no vivían una inundación de tal dimensión que dejó miles de casas afectadas. En este 2020, al menos 10 de los 17 municipios de Tabasco registran diferentes grados de inundación.
El gobernador, Adán Augusto López, y los afectados responsabilizó a la CFE, por este desastre, porque fue irresponsable del desfogue controlado del embalse.
Según información del Gobierno local, desde inicios de octubre la presa Peñitas desfogaba mil 300 metros cúbicos de agua por segundo y tenía dos filtraciones cerca del malecón capitalino, a la altura del Palacio de Gobierno, que en su momento elementos del Ejército Mexicano intentaron contener, pero no lo lograron.
Hoy las colonias de Cedral, Monal, Gaviotas Sur y Norte; las comunidades rurales de Torno Largo, Aztlán, Acachapan, del municipio Centro, y de cientos de localidades más de Macuspana, Centla, Jonuta, Jalpa, Nacajuca, Cunduacán, Tacotalpa, están ahogadas por el agua.
Los habitantes viven en la calle, debajo de una lona o de un nylon, otros se albergaron en viviendas donde es dieron hospedaje temporal, pero otras familias permanecen en sus viviendas, resguardadas en el segundo piso o en la azotea por temor a que los delincuentes se lleven lo poco que queda de su patrimonio debido a que, durante las noches, las zonas inundadas se convierten en zonas de rapiña.
Todos con apenas una o dos mudas de ropa, sin víveres suficientes y, además, tienen que pagar 70 pesos por abordar un cayuco para ir a comprar comestibles.
Los damnificados tampoco tienen agua limpia, no hay luz, viven acosados por nubes de mosquitos y respiran el fétido olor de las aguas negras que emanan los drenajes.
Una madre de familia, afligida, narra cómo tiene que hervir la misma agua de la inundación para beberla porque no tiene otra opción.
El Ejército Mexicano informó que evacuó a casi 10 mil personas de zonas anegadas o en riesgo de inundación; sin embargo, en los albergues solo hay registro de 871 personas alojadas.
En medio de ese infierno, en la tierra del edén, los afectados afirman que no hay ningún apoyo oficial de los gobiernos municipales y tampoco del Gobierno local, y el que proviene del Gobierno federal, es tan mínimo y localizado que se pierde entre un mar de necesidades.
Por ejemplo, en Villahermosa instalaron un comedor con comida caliente, en una zona exclusiva de la ciudad, pero a las numerosas familias pobres que están en la zona sur y en las orillas les resulta imposible ir a comer porque el traslado hacia allá es más caro que quedarse a comer en medio de la inundación.
Las familias tabasqueñas en desgracia están solas, sin otro apoyo humanitario que el que brindan particulares y diversas organizaciones de la sociedad civil, esas que tanto repudia el presidente, Andrés Manuel López Obrador, y que hoy son las que hacen más por ayudar a los damnificados de Tabasco.
López Obrador, nacido en Macuspana, dicen los lugareños, solo les da a los damnificados lo único que sabe dar declaraciones y más declaraciones en las mañaneras y planes para que en un futuro no se inunde Tabasco.
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