"Usted se ha levantado contra el caciquismo que asola toda la nación. Somos elementos de un gran movimiento social que tiene que concluir por el engrandecimiento de nuestra patria. Somos instrumentos del destino para la reivindicación de los sagrados derechos del pueblo. No peleamos por derrocar a un asesino miserable, sino contra la tiranía misma”.
Los de abajo.
Es en la práctica social donde se concreta la transformación; donde se comprueba que el conocimiento científico de la realidad objetiva, de las leyes que rigen la naturaleza, el pensamiento y la sociedad permiten el cambio, eso hizo posible que el municipio de Huitzilan de Serdán construyera sobre las ruinas de un pueblo herido, una nueva vida, más prospera, más digna y materializado uno de sus más grandes sueños: la paz social.
Huitzilan de Serdán es un municipio enclavado en la Sierra Norte del estado de Puebla, cafetalero por excelencia, náhuatl como su lengua materna y rodeado de majestuosos paisajes que se conjugan con el desarrollo, la cultura y la alegría de su pueblo, es ahora un ejemplo de lucha, de libertad, de progreso para los pueblos vecinos; sin embargo, no lo podemos ver como un fenómeno surgido de la nada, sino en su desarrollo histórico: desde la explotación, humillación y opresión de grupos caciquiles; la violencia, la persecución, los asesinatos de los pistoleros de la Unión Campesina Independiente (UCI); hasta la decisión de un pueblo, que guiado por el Movimiento Antorchista Nacional, logró su libertad y ahora ha trazado y trabaja todos los días por un futuro más próspero.
Los recuerdos de algunos sexagenarios detallan que de 1940 a 1970, el cacicazgo que llegó de otro municipio se fue apropiando de las tierras de los campesinos indígenas por medio de la usura. Aprovechando sus tiendas de raya, daban a crédito productos a altos costos, emborrachaban al campesino y sumaban a su cuenta cosas que no había solicitado, hasta que la deuda era impagable y no quedaba más que entregar sus tierras para saldarla. James Mounsey Taggart, dice en su libro Estructura de los grupos domésticos de una comunidad náhuatl de Puebla que "Los indígenas confiaban y compraban a crédito en las tiendas. Gastaban mucho para cumplir sus obligaciones religiosas y los comerciantes solían anotar en las cuentas artículos que el indio no adquiría… Para pagar ofrecían o exigían títulos de propiedad de las tierras”. El desarrollo del municipio era nulo, pues los presidentes municipales eran puestos a modo por el cacicazgo más influyente: la familia Aco, y solo servían para defender los intereses de estos y aplicar la ley cuando era necesario arrebatar las parcelas. La situación de explotación llegó a tal grado, que las familias no tenía ni para comer, habían perdido sus tierras y ganaban poco trabajando las tierras de sus opresores o en el trapiche, apenas les alcanzaba para comprar medio almud de maíz y preparar tortillas, que completaban con quelites o plátanos verdes, pero que nunca alcanzaba ni satisfacía; sus viviendas eran de unas cuantas varas enfiladas y, a quien tenía mayores posibilidades, con techo de lámina de cartón y si no ramas secas encimadas. Los hijos de los indígenas huitziltecos morían de enfermedades curables, eso me contó doña Lupita, una mujer de 76 años que vive en la cuarta sección de la cabecera municipal, y a quien se le murieron cuatro hijos (uno de fiebre, otro de gripa, de sarampión y otro se cayó); sólo se curaban con refino y algunas hierbas que encontraban en el campo, algunos pedían prestamos al cacique, para llevar a sus enfermos al municipio vecino de Zapotitlán, cargándolos en una silla porque no había transporte ni caminos.
La situación era insostenible; los de razón, como le llamaba el campesino al cacique, no podían ni siquiera ser molestados en sus fiestas, no podían ser vistos a la cara por el indígena, porque era una falta de respeto. Esto orilló a un grupo de huitziltecos a buscar apoyo en una organización llamada Unión Campesina Independiente (UCI), quien bajo los ideales de "tierra para todos&rdquo, entró a la cabecera municipal a organizar a los campesinos y como primera acción tomaron el predio de Talcuaco, un terreno intestado del que se sentía dueño el cacique Juan Francisco Aco, sólo porque su hija estuvo casada con un nieto de la dueña. La UCI armó a muchos pobladores, sin educarlos ni concientizarlos; a dos años de su entrada, los principales líderes, entre ellos Eleazar Pérez Manzano, fueron asesinados y el movimiento se degeneró, los huitziltecos que se organizaron por una noble causa se retiraron y los hombres que se quedaron con las armas se convirtieron en pistoleros que se disputaban el control de la zona con los del cacicazgo. La situación se salió de control, los pistoleros de la UCI pasaron de ser los defensores a los agresores; ahora ellos controlaban las cosechas, las robaban y a quienes no se dejaban los asesinaban. Para 1981 el terror había invadido Huitzilan: las mujeres eran violadas, los hombres y sus familias eran asesinados, muchos fueron asesinados sobre el camino y devorados por los perros, pues no fueron levantados ya que quien se atreviera a hacerlo corría con la misma suerte. Datos que proporcionan pobladores que vivieron la cruenta etapa hablan de que más de la mitad de las familias del pueblo huyeron de la violencia, y se refugiaron en los municipios vecinos. Otra vez, la situación era insostenible.
Pero del pueblo siempre han surgido hombres valientes, dispuestos a enfrentar las adversidades. Un grupo de campesinos se organizó y los llamaban cooperativistas; primero, buscaron el apoyo para instalar una tienda COPLAMAR, a fin de tener acceso a productos de la canasta básica a precios que les permitiera comprar lo necesario para alimentarse, y luego arreglaron los caminos para poder hacer llegar los productos. Esto encolerizó a los pistoleros, a quienes no les convenía el desarrollo del pueblo. La violencia se agudizó, al grado de que se tuvieron que cerrar las escuelas ante el asesinato de un maestro huitzilteco que trabajaba en Zacapoaxtla y de visita a su pueblo fue asesinado. Fue asesinado el primer presidente del grupo de cooperativistas, Bartolomé Tadeo Arellano, y el resto huyó a Zacapoaxtla en busca de apoyo. En 1983, hartos del clima de terror, buscaron el apoyo de partidos políticos, organizaciones campesinas y de los diferentes niveles de gobierno, obteniendo siempre una negativa. Cuenta don Sebastián Manzano que, incluso, un funcionario de gobierno sugirió tirar una bomba sobre el municipio para terminar con el problema. No obstante, el grupo conformado por Sebastián Manzano, Ramírez Velázquez, Martín Castillo y Francisco Luna, encontraron a una organización que les tendió la mano: el Movimiento Antorchista Nacional, que apenas llevaba 10 años de vida y, a través de su dirigente el Maestro Aquiles Córdova Morán, los orientó para iniciar la lucha por su libertad: realizaron marchas con apoyo de los antorchistas de algunos municipios poblanos y del estado de México, organizaron a las familias que habían huido de Huitzilan para convencerlos de participar en las marchas y regresar a su pueblo, y por último, participaron en la contienda electoral de noviembre de 1983 para colocar a un presidente municipal que verdaderamente defendiera los intereses del pueblo trabajador. Los frutos de su lucha se materializaron con el triunfo en los comicios y el envío de un destacamento de la policía estatal para garantizar la seguridad del municipio.
Fue el 21 de marzo de 1984 cuando cientos de familias expulsadas por la violencia regresaron a sus hogares encabezados por el presidente municipal electo Ramírez Velázquez Gobierno y el Movimiento Antorchista. A partir de ese momento una nueva historia se escribió: se convirtió en un rubí que irradia a los municipios de la Sierra Norte, que está con un pie adelante en el desarrollo. Pasó de ser un municipio con una calle empedrada, luz eléctrica sólo en la casa de los caciques, tres escuelas cerradas y sin servicios de agua potable y drenaje, a un pueblo con un hospital de primer nivel, ambulancia, médicos y enfermeras que brindan atención las 24 horas, una Unidad Básica de Rehabilitación que brinda servicio a la población de Huitzilan y municipios vecinos, con transporte gratuito, un bulevar con alumbrado público, alumbrado solar sobre la calle principal de la cabecera, 25 comunidades con sus canchas techadas, una unidad deportiva con sala de cómputo, de reuniones, cancha de basquetbol con gradas y pista de atletismo, 52 instituciones educativas (Preescolares: 19, Primarias: 21, Secundarias: 4 y 3 extensiones de la Técnica No. 100, Bachilleratos: 4, Normal Superior 1). Datos arrojados de la encuesta 2020 del Inegi, revelan que, de tres mil 922 viviendas, el 97.8 por ciento cuenta con electricidad. El último dato publicado por esta institución, en 2015, informa que el 96.4 por ciento tienen agua entubada y el 82.4 por ciento drenajes sanitarios. En Huitzilan el trabajo arduo del pueblo organizado en Antorcha y de sus presidentes, ha buscado atender las necesidades básicas de la población, y no solo eso, la han embellecido con infraestructura única en la región y que ha sido fruto de gobiernos de continuidad y de hombre comprometidos con su pueblo.
Sobre las ruinas de un pueblo herido hombres valientes construyeron los cimientos, y la formación de hombres nuevos, como el licenciado Manuel Hernández Pasión, quien fue acribillado por las balas asesinas del cacicazgo de la región, le permitió acelerar su desarrollo, porque su juventud, su formación integral, les ha permitido tener una visión más progresista y orientada a educar al pueblo y a desarrollar un proyecto que garantice mayor bienestar. Como el Lic. Manuel muchos huitziltecos fueron asesinados en el trayecto de la lucha por un Huitzilan de progreso, el pueblo ha puesto su cuota de sangre y nuestros héroes han dado la vida por lograr el más grande anhelo: la paz y la tranquilidad social. Ahora toca a las nuevas generaciones conocer su historia para no repetirla, y de ahí la importancia del análisis científico que nos ofrece el libro De revolucionarios a pistoleros. Historia de la Unión Campesina Independiente, del licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, Ehécatl Lázaro Méndez, que habla de una de las cruentas etapas de la historia de Huitzilan, pues conocer la realidad y su historia, los mantendrá por el camino que los mantiene en el progreso y la paz.
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