“¿De qué estamos hechos los antorchistas? De nuestros muertos; en nosotros no solo sobrevive su materia, sino también su espíritu, también lo que fueron y lo que hicieron permanece en nosotros y evoluciona, nos construye y construirá a las nuevas generaciones”. Aquiles Córdova Morán
No es casualidad ni es asunto menor, ni de simple agradecimiento, convencionalismo o pose, el hecho de que los antorchistas llevemos un escrupuloso seguimiento a los homenajes que realizamos en honor de los antorchistas que se nos adelantaron en el camino, a quienes llamamos “mártires antorchistas”. Es una parte trascendente de nuestro surgimiento, crecimiento, evolución y reproducción como organización, como ser social vivo que tenga las posibilidades de realizar alguno de sus objetivos y de permanecer y continuar en ello, a pesar de que quienes lo hacen son fatalmente finitos, mortales, y su acción temporal y discreta.
Toda la naturaleza tiende a la estabilidad, al orden y la supresión del caos, a pesar de emerger de este, y en ese intento de encontrar la paz, ha creado la vida y la inteligencia, busca a través de ella la permanencia en lucha contra el cambio y la desaparición, y la vida solo tiene dos formas de hacerlo: la inmortalidad y la reproducción.
En aquella las características del ser permanecen por la vía de que su código genético no desaparezca al no desaparece el portador; en esta la vida permanece por la vía de replicar la información en los nuevos seres en los que se copia o desdobla la misma y este juego de permanencia y cambio, de mutación y adaptación es lo que conocemos como evolución. Hay ejemplos notables de ambos casos en la evolución de la vida y su alternancia en función de las condiciones del medio y las circunstancias.
Lo mismo sucede en los organismos sociales, demostrarán su viabilidad y se derecho a la permanencia si logran hacer perdurar sus características, en contra de su carácter temporal y de la tendencia al cambio, o a la muerte, y en el juego de estos fenómenos se desarrolla la evolución histórica. Los seres sociales que no tenga derecho a permanecer, que no están, así, en estricto sentido, realmente vivos, desaparecerán irremediablemente sin dejar huella ni memoria de su paso por el escenario social.
Así podemos entender el surgimiento y la desaparición casi inmediata y sin haber logrado nada trascendente de infinidad de organismos sociales, llámense organizaciones, instituciones, partidos, movimientos, proyectos sociales, etcétera. de los cuales solamente los más trascendentes los que realmente merecían permanecer, aunque sean en una parte menor, ahí estarán presentes vivos o en la memoria de sus descendientes.
Antorcha es una necesidad histórica, ha surgido como respuesta a una verdadera carencia de liderazgo social de las clases trabajadoras y ha permanecido a pesar de todos los intentos de desaparecerla, de destruirla y en medio o, mejor dicho, por encima de un fárrago inacabable de “organizaciones” y “movimientos sociales” que realmente no lo eran, ni tenían el derecho a permanecer, que fueron un error de la sociedad en su proceso de evolución. Pero Antorcha sigue viva y está demostrando de manera contundente que, como dije, es una necesidad histórica.
Sus características, la lealtad, el esfuerzo, el humanismo, el desinterés, la constancia, la honestidad, la defensa de la verdad, el sacrificio y carácter científico de nuestro programa y de nuestra táctica se demuestran en esa permanencia y convierten así a todos los antorchistas que han ayudado a este proyecto social en seres que permanecen, en seres eternos e inmortales (¿ven por qué es cierto eso de que “morir por antorcha no es morir”?) y por ello es correcto lo que dice el maestro, pues una de tantas formas en que el antorchismo permanece, es en el ejemplo de quienes dieron la vida por la causa, en lo bueno que hicieron entre lo que sería destacable el haber permanecido en la lucha hasta que la muerte se los impidió; ellos si dieron no la muerte sino la vida por la causa de los pobres de México.
Pero esto se debe replicar en el organismo y no sucedería si no recordamos su ejemplo si no nos sirve de estímulo y de motor para seguir adelante, si no somos capaces de recordar nosotros y enseñar a las nuevas generaciones qué fue lo que hicieron, por qué estuvo bien y por qué es necesario tomar la estafeta y seguir la lucha.
Todo esto y mucho más que no se puede escribir en tan breve espacio, y más que no se puede escribir de ningún modo, representa el homenaje a nuestros mártires. Esto y más representa también el que hicimos este domingo 27 de agosto, en el domo de la colonia “Mártires Antorchistas”, en Chetumal, Quintana Roo, y que fue transmitido a través de las redes sociales, para recordar a nuestro compañero Cristóbal Pilar Reyes. Y exhorto amable, pero entusiastamente, a mis compañeros antorchistas, sobre todo a los campechanos, quienes conocieron bien a Cristóbal, y aún a los que no lo conocieron directamente, a que nos sumemos a este homenaje y hagamos así realidad la eternidad de Cristóbal y la de Antorcha, a la cual, como él, defenderemos hasta morir.
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