Todos hemos visto alguna película de ciencia ficción en donde los guionistas plasman un mundo en que la humanidad ha perdido todo control de su existencia, ya sea a través de la Inteligencia Artificial (IA), por algún virus letal o un ente extretarrestre.
En 2011 se estrenó en la plataforma de Netflix la serie británica de ciencia ficción distópica Black Mirror, creada por Charlie Brooker. Esta serie se caracteriza por mostrar la deshumanización del hombre por medio de la tecnología, un sentimiento de paranoia tecnológica y cómo esta afecta al ser humano. El director ha indicado que el objetivo es alertar sobre los peligros que la dependencia tecnológica puede generar, por ejemplo, controlar la conciencia del ser humano a tal punto de lograr reemplazarlo
Pues bien, unas semanas antes de que haya estallado la huelga del 13 de julio en Hollywood, se estrenó la sexta temporada de dicha serie, donde en su primer capítulo “Joan es terrible”, presenta a una mujer cuya vida es convertida en una serie dramática por una plataforma de streaming protagonizada por Salma Hayek. En este capítulo se revela que la tecnología está detrás de la producción y que la verdadera Hayek nunca grabó el espectáculo. Joan descubre que autorizó el uso de sus datos personales al firmar los términos y condiciones de la aplicación y se da cuenta que la compañía tiene derecho de usar su vida con libertad. Además, Joan, al descubrir que están utilizando su imagen sin consentimiento, busca a Hayek para destruir la computadora que produce el programa.
Cual toque de alerta, a unos días, surge la huelga en Hollywod, precisamente, por la explotación laboral y el uso desmedido de la inteligencia artificial, es decir, la ficción ha superado la realidad. Y el 13 de julio más de 160 mil integrantes del sindicato de actores y guionistas (Screen Actors Guild American Federation of Television and Radio Artists, SAG-AFTRA) salieron a las calles para denunciar públicamente los abusos por los bajos salarios y la jornada laboral excesiva, y para exigir las regalías por el uso de su imagen por las diferentes plataformas de streaming. Los actores han demostrado su preocupación de que la IA pueda llegar a reemplazar su trabajo y exigen que se les proteja ante la explotación de su identidad y talento sin consentimiento.
Esta huelga viene a demostrar, una vez más, la tendencia inevitable de explotación del sistema capitalista, que siempre buscará sacar ganancia a costa de lo que sea, pobreza, desempleo, explotación de los recursos naturales, especulación económica, guerras, etcétera. Y ahora, las grandes empresas del cine han sabido identificar las altas ganancias que pueden llegar a obtener si le dejan de pagar al actor reemplazando su fuerza de trabajo por la IA.
Ni los Powers Rangers salvaron a David J. Fielding quien interpretó a Zordón de solamente recibir 150 dólares por sus grabaciones en toda la serie. Ni el Capitán América ni los Vengadores podrán salvar al sector de la pantalla grande ahora víctima de su propio éxito.
Debo decir que el problema no es el avance tecnológico, en este caso la IA, sino el uso inadecuado de esta herramienta, pues “Marx nunca identificó a las máquinas como enemigas de la humanidad, ni siquiera a individuo alguno, sino al sistema económico capitalista, basado en la propiedad privada y la máxima ganancia para el propietario de las tecnologías, de las innovaciones y de las fuerzas productivas” (“Marx y la tecnología”, Tecnívoro, del 5 de mayo de 2018).
Sin duda, Max no se equivocaba respecto a la relación de la tecnología y el hombre dentro de una sociedad determinada. Está claro que si la tecnología sigue estando en manos del capital seguirá habiendo explotación.
Paradójicamente aquellos protagonistas que salvaban al mundo del Juicio Final, del apocalipsis zombie o de la invasión alienígena ahora son presa de los tentáculos del monopolio de quienes les dieron la oportunidad de llevar su imaginación a la pantalla, no quedándoles de otra que la lucha callejera.
Eran tantos los reflectores y el dinero que no sabían que las alfombras rojas los conducían a su fin. Esperemos que esta situación haga consciencia en que nadie está exento de la voracidad de los grandes capitales, y que sólo serán títeres si no se deciden a luchar de manera organizada con todos los sectores explotados.
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