MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hambre y seguridad alimentaria (I/II)

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 “Pero todos los animales son unos grandes despilfarradores de alimentos; además, con frecuencia destruyen en germen la nueva generación de reservas alimenticias”: Engels

El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre.

Presentación

Hay 250 millones de personas en el mundo que padecen hambre aguda, es decir, tres de cada cien habitantes del mundo podrían morir de hambre si no reciben ayuda urgentemente. En mayo de 2023 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reportó que por cuarto año consecutivo el hambre en el mundo se había incrementado. Esta es una realidad atroz que revela el fracaso del capitalismo para construir un mundo mejor para la humanidad; a pesar de las declaraciones y acciones de muy diversas organizaciones en torno al combate de este flagelo, a pesar de los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cifra del hambre en 2023 es la más grande reportada desde 2015. Pero el fracaso se vuelve perversión, si consideramos que en el mundo, el volumen de producción de alimentos es más que suficiente para alimentar a los 8 mil millones de seres humanos que se estima que hay. Se tiene, por otro lado, los medios técnicos para el almacenamiento y distribución de alimentos, aunque en determinados lugares sea más complicadas estas tareas.

El hambre no está distribuida por igual en el mundo, sino que está concentrada en los países más pobres del mundo. El Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias de 2023 reporta que 40% de esos 250 millones se concentran en sólo cinco países: Afganistán y cuatro africanos -la República Democrática del Congo, Etiopía, Nigeria y Yemen. Países que se repiten una y otra vez en este tipo de informes y que hoy por hoy padecen no solo hambre sino guerras al interior de sus países avivadas por intereses económicos y políticos extranjeros, embozados en guerras intestinas. No obstante, aun en los países desarrollados e imperialistas, el hambre es una realidad para millones de personas. Según las cifras del gobierno de Estados Unidos, en 2023 había 34 millones de personas en dicho país que no tienen acceso constante y suficiente a los alimentos para llevar una vida activa y saludable.

De las causas del ascenso del hambre en el mundo, el informe mencionado cita: la crisis económica que provocó la pandemia del Covid19, los recientes fenómenos meteorológicos asociados al cambio climático y las guerras, particularmente la reciente guerra en Ucrania. Todo ello, dicen, se ha traducido en una escalada del precio de los alimentos que si bien se resiente desde 2019, en 2022 registró picos importantes y se mantiene la tendencia alcista. El alza de precios de los alimentos es el principal detonador del hambre, por ello, son los países importadores de alimentos los que más padecen la agudización del hambre.

Sin embargo, si bien estos factores están presente como causas inmediatas del crecimiento reciente del hambre en el mundo, no son la causa última del problema. A poco que acerquemos la lupa a cada una de las razones citadas por el reporte, se puede ver la sombra de todo un sistema de producción y comercio en el que prima la búsqueda de la ganancia, el acrecentamiento y la concentración de poder económico y político en manos de unas cuantas empresas y países; es la sombra del imperialismo la que se halla detrás de todas y cada una de las causas inmediatas del hambre en el mundo. El imperialismo es una fase de por sí decadente del modo capitalista de organización de la sociedad; decadente porque no puede resolver sus contradicciones y que, cuando lo intenta, no hace más que acrecentarlas; no puede continuar reproduciéndose a mayor escala, sino a través de la expoliación creciente de los pueblos del mundo. Esto es lo que pasa con el combate al hambre en el mundo contemporáneo.

Capitalismo y producción de alimentos

Hablar de la sociedad humana es hablar de producción de alimentos. El progresivo dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza provoca que, paulatinamente, la producción de alimentos requiera cada vez menos tiempo de trabajo o, lo que es lo mismo, que una jornada de trabajo produzca -bajo el resto de las condiciones iguales- un producto cada vez más grande. Durante las primeras etapas del desarrollo de la humanidad, dado el peso que tenía la producción de alimentos en la actividad económica[1], los cambios en la organización económica de la agricultura fueron determinantes en el desarrollo de la organización social y política de los pueblos. Así, el descubrimiento de la agricultura significó una profunda revolución de la vida social al propiciar el sedentarismo y la producción regular de un excedente de riqueza; y el desarrollo posterior de la agricultura dio pie a la división social del trabajo una vez que fue liberando a una parte cada vez mayor de la sociedad de las labores agrícolas. Pero hasta antes del capitalismo, los procesos de producción agrícolas no respondían a la búsqueda de la maximización de las ganancias como ocurre con este modo de producción.

Con ánimo de indicar algunos elementos del desarrollo de la agricultura capitalista y, particularmente, de las ramas de la producción de alimentos, hacemos enseguida algunas puntualizaciones. Entre los siglos III-XI, los pueblos europeos, que de la mano del imperio romano habían desarrollado la técnica, la producción y el comercio de la agricultura a un alto nivel, se replegaron dentro de los confines de las aldeas a causa de las invasiones de los pueblos bárbaros. De la agricultura en ese periodo Humberto Eco () dice “con el abandono de los cultivos, extensos terrenos agrícolas se convirtieron en áreas silvestres” (p.478); “la superficie territorial de labranza es, en verdad, ínfima” (p. 479); enseguida afirma “la malnutrición y las epidemias abaten a la población, cuyo índice demográfico se halla en un marcado declive” (p. 479).  Pero enseguida plantea “gradualmente, pues, en las regiones del norte de Europa empiezan a hacer su aparición aparatos, instrumentos y técnicas agrícolas […] que ya anuncian las profundas transformaciones que habrán de caracterizar el escenario agrícola europeo en los albores del año 1000” (Eco, p.480).

El capitalismo, que generalizó el trabajo asalariado en la producción y distribución de la riqueza, es impensable sin una base técnica que permita la producción y el comercio regular y suficiente de productos agrícolas. Es así, primero, porque la actividad agrícola es la fuente principal de materia prima para buena parte de la industria y segundo, porque es la productora de los alimentos que permiten la reproducción de la fuerza de trabajo. A fin de cuentas, es la actividad que permite al capital disponer de las dos fuentes de riqueza, bienes de la naturaleza y el obrero mismo. La lectura de Hobsbawm (1971) plantea que la revolución industrial con que se consolidó el capitalismo se sirvió de la concentración económica que resultó de la crisis económica del siglo XVII y la revolución agrícola que desencadenó. Ese autor considera que, para el siglo XVII, estaba prácticamente cancelada la posibilidad de volver a una economía de pequeños productores locales -a una economía fundamentalmente campesina- porque la revolución agrícola que se advertía en los siglos XVI y XVII había puesto las bases y desencadenado ya la organización capitalista de la agricultura. Así ocurrió que, como en el desarrollo de la industria capitalista, el trabajo asalariado y la introducción de maquinaria se fue generalizando en la agricultura, mientras que el campesinado y el trabajo manual fueron declinando paulatinamente; la pequeña propiedad era desplazada por las grandes explotaciones agrícolas.

Pero el papel de la actividad agrícola en el desarrollo del capitalismo no se reduce al de un sector de la actividad productiva cuyo progreso permite la producción de excedente por medio de la explotación del trabajo asalariado y su acumulación por el mismo capital. La rama de la agricultura que se dedica a producir los alimentos permite al capital la creación de plusvalía relativa. Es decir, hizo posible que el capital incrementara la explotación del trabajador, incrementara el tiempo de trabajo de la jornada que no retribuye al trabajador en forma de salario, ya no solo alargando la jornada -plusvalía absoluta- sino reduciendo el tiempo de trabajo necesario. El incremento de la productividad del trabajo en la producción de alimentos dio lugar a la reducción del costo de vida de los trabajadores y con ello, a la reducción del tiempo de trabajo en el que los trabajadores reponen el valor equivalente a su salario.

El impulso de la actividad agrícola capitalista no se redujo al desarrollo de la plusvalía relativa; también significó un detonante del mercado mundial y la conformación de grandes masas de capital que escalaron el desarrollo del capitalismo imperialista. Así como ocurrió con el trabajo asalariado, la consolidación del mercado mundial es necesidad y obra del capitalismo. El mercado mundial es producto directo del desarrollo del capital pues eventualmente los mercados nacionales le quedan pequeños. Impulsados por la obtención de ganancias, el capital se extendió por el mundo entero buscando nuevos mercados para vender sus mercancías, para obtener materias primas y hacerse de bienes que les permitieran ampliar los márgenes de ganancia. “La gran industria ha creado el mercado mundial” (Marx y Engels, El manifiesto…), pero el comercio de alimentos jugó un papel decisivo en su desarrollo. Como explica Marini (1973), la articulación en el mercado mundial de América Latina fue como gran productor de alimentos. Las exportaciones de azúcar, café, trigo de los países latinoamericanos constituyeron el fondo de medios de vida para los trabajadores de la industria europea y también, una rama de acumulación de ingentes capitales.

Como rama fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo, la producción de alimentos ha sido determinante en el desarrollo del capitalismo. Mediante estos mecanismos la rama de la agricultura que produce alimentos ha sido un acelerador de los procesos de mundialización del capitalismo y de la concentración y centralización del capital. Ha precipitado el desarrollo de su fase imperialista en la que unos cuantos capitales ejercen un control casi absoluto sobre la vida de los pueblos.

[1] “Todas las sociedades antes del capitalismo fueron sociedades campesinas.” Amin (1997)

Bibliografía

Chimni, B. (2013). Critical theory and international economic law: a third world approach to international law (TWAIL) perspective. En John Linarelli (ed.), Research Handbook on Global Justice and International Economic Law, capítulo 9, pp. 251-273, Edward Elgar Publishing.

Donnelly, J. (2011). La construcción social de los derechos humanos internacionales. Relaciones Internacionales.

FAO. 2022. World Food and Agriculture – Statistical Pocketbook 2022. Rome.

Fundación Heinrich Böll Ciudad de México, México y El Caribe y la Fundación Rosa Luxemburg, Oficina Regional para México, Centroamérica y El Caribe (2019). Atlas de la agroindustria. Datos y hechos sobre la industria agrícola y de alimentos. https://mx.boell.org/sites/default/files/atlas_agroindustria_final_web.pdf

La Vía Campesina. (2018). ¡Soberanía alimentaria ya! Una guía por la soberanía alimentaria. European Coordination Via Campesina.

Oxfam (2012). El lado oscuro del comercio mundial de cereales.

Rodríguez, M. & Hoyo, L. (2017). Nutrición y Seguridad alimentaria. Editorial Sintersis VALLEHERMOSO, Madrid. ISBN: 978-84-9171-023-3.

Vijay (2021). China erradica la pobreza extrema mientras multimillonarios viajan al espacio. En Tricontinental, Boletín 31.

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