Cuando mi cantar se pierda
en el silencio sin fin,
que se distribuya todo
cuanto en vida poseí:
dejo a los esclavos de alma
que llevan yugo servil,
el odio que contra todas
las tiranías sentí;
los tesoros de belleza
de los versos que escribí,
dejo a los menesterosos
del estético sentir;
mis ansias de perfección
dejo al humano redil…
¡Que se distribuya todo
cuanto en vida poseí!
Pero el pensamiento íntimo
que me ayude a bien morir,
el de que te amé hondamente
siendo con ello feliz,
ese pensamiento, Amada,
solo te lo dejo a ti.