“Hay hombres que viven contentos, aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor...”.
José Martí.
Llegó la temporada de fin de año en la que todos nos llenamos de sentimientos nobles, buenos deseos y las circunstancias se prestan para que las mejores y más augustas virtudes de los hombres asomen en medio del horripilante y negro piélago de miseria, hambre, odio y egoísmo que nos ahoga cada día y hace de nuestras vidas, de la vida de los pobres que somos la inmensa mayoría, un verdadero infierno de carencias, tristezas y zozobra, en los que los deseos de paz, armonía y felicidad parecen imposibles de realizar, pese a lo cual, el anhelo y la esperanza de alcanzarlos vuelve a salir, rebelde, gritándonos que exige ser consumado.
No pienso quitar brillo a tan ilustres sentimientos que no deberían ser (no son) de temporada; al contrario, es deber limpiarle algunas impurezas que le impiden esparcir su luz entre todos los hombres. “… En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres…” continuaba el poeta y héroe cubano, revelando que la felicidad no es lo que nos hace creer la propaganda, que el “contento” es a veces indecente, la agonía su contraparte, yla verdadera felicidad no es, no puede ser, en medio de la infelicidad, sino un acto de sublevación de los hombres buenos, “… Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”, concluía el prócer universal, y así vivió y murió, teniendo en sí el decoro de miles, y feliz, luchando por un mundo mejor para la humanidad.
Es importante porque es buen momento pata destacar que detrás de la lucha por las mejores causas, para defender la dignidad, para acabar con la pobreza y sus perversos acólitos, el hambre, la enfermedad, la ignorancia, el crimen, etc., detrás, de todo eso no hay sino precisamente los sentimientos más nobles, la fraternidad, la compasión, el amor mismo bien entendido. Y que, además, gracias a los más grandes humanistas y pensadores, hoy sabemos que ese anhelo de un mundo en el que todos tengamos paz, armonía y felicidad sí es posible, que ya no es solamente un sueño, bueno, pero sueño al fin, que es no solo posible, sino el destino inevitable de la humanidad, en el caso de que los amigos de las tinieblas, los que viven de la miseria de los demás, en su afán por esclavizarnos, no nos extingan antes.
Hoy, así como estamos, y sin hacer nada, es sueño imposible, por más que nos digan lo contrario la televisión y las redes sociales con frases bien pensadas para tocar las cuerdas más sensible de la gente y que nos hacen satisfacer ese vacío con la falsa felicidad, con ese “contento sin decoro”, deseando consumir lo que nos ofrece el sistema, lo que nos venden esos mismos ricos explotando el trabajo del obrero a cambio de un salario de hambre que jamás le va a alcanzar para consumir lo que sus mismas manos producen, pues se lo queda el patrón, y este con todos sus esbirros y lacayos le hacen creer a ese mismo pueblo al que ellos hacen pobre, que tiene esperanzas de ser feliz, que siga trabajando para poder algún día comprar lo más novedoso y caro, tener buena ropa, comprar tenis de marca, adquirir el último gadget de la tecnología, y abruma a nuestra juventud incitando sus más salvajes instintos, ofreciéndole “cultura” que los invita a la apatía, el desenfreno, el libertinaje, el alcohol y las drogas, mientras en la realidad el pueblo no tiene ni para comer bien.
Pero nuestros gobernantes y políticos, los empresarios, los líderes de opinión y todos los noticieros, televisión, redes sociales, etc., siguen invocando la paz, la armonía y la felicidad. Sí, la “paz” ignominiosa del explotado agachado, sumiso y hasta agradecido con el que lo explota, besando el yugo que le exprime hasta la última gota de trabajo en beneficio de las clases privilegiadas, la “armonía” en medio de un sistema dividido en clases cuyos intereses no solo son contrarios sino diametralmente opuestos y que solo es posible manteniendo la explotación, es decir sometiéndonos a que ellos se hagan ricos haciéndonos pobres a todos los demás, pero “felices”. Eso no es felicidad, no para los pobres.
Y, sin embargo, son los pobres los que pueden lograr la verdadera felicidad. Los ricos no, ellos ya no pueden, ya no son ellos mismos, pues tienen que ser lo que les pide su dinero, lo que les exige su capital, son el capital personificado, el capital con patas, como dijo el maestro Aquiles Córdova Morán. Por eso son capaces de los peores y más abominables actos, por eso precisamente se han presentado los más execrables eventos tales como el holocausto nazi que hoy vuelve a amenazar al mundo, o los miles de toneladas de explosivos y de químicos y biológicos creados para matar, lanzados en contra de los pueblos pobres en todo el globo por parte del imperio, por eso mueren millones de hambre y de enfermedades curables, porquetodo eso es exigencia del capital y significa ganancia creciendo, la locura de la acumulación que los ha vuelto insanos y desalmados. Por eso ya no tienen corazón, ya no pueden ser depositarios de sentimientos nobles. Los ricos nunca van a cambiar el sistema, nunca van a transformarlo en beneficio de la humanidad, nunca van a ser realmente humanos. Son los pobres los depositarios de esos sentimientos, son ellos los que pueden cambiar esta situación, por humanidad, y porque son ellos los que sufren los estragos del sistema.
Pues eso es posible y es urgente, y los pobres deben saber que el camino a la felicidad ya está trazado, que solamente les hace falta verlo y decidirse a andarlo. A eso es a lo que los invita Antorcha Campesina, para eso nació Antorcha, esa es la razón de la existencia de Antorcha. Nosotros sí sabemos cómo lograr ese mundo en el que todos tengan acceso a la buena alimentación, al vestido y calzado decorosos, a la salud, para que no se nos mueran nuestros hijos por falta de atención médica o de medicamentos (mientras los encargados de la salud presumen que ahorran dinero para devolverlo al presidente AMLO para que lo pueda gastar en… el diablo y él lo sepan), que nuestros hijos estudien y sean hombres y mujeres de bien, con futuro prometedor, que todos tengan agua potable, luz, caminos, parques, acceso a la cultura, al deporte, a las artes y a la ciencia, que todos tengan trabajo y un salario remunerador que alcance para vivir con dignidad y contento (contento del legítimo), que ya no tengamos miedo a ser víctimas de la violencia y el crimen, que ya no nos extorsionen ni nos amenacen, que tengamos tiempo y recursos para el esparcimiento sano, para estar con la familia sin la angustia de no saber que darles de comer, poder descansar como lo hacen los que tienen la consciencia tranquila, etc. Sí es posible ese mundo en el que reine la paz verdadera y con dignidad, la armonía en los hechos y no solo en la propaganda, y la felicidad genuina, forjada sobre la base del trabajo y la unidad nacionales.
Vale la pena entenderlo, pues de verdad deseamos lo mejor para todos, pero no hay que desear, sino dar lo mejor a los demás. Ese es nuestro deseo, pero también nuestro compromiso y los invito a desear y a dar lo mejor que tengan, al lado del Movimiento Antorchista, unidos y en lucha para alcanzar ese mundo y hacerlo realidad.
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