Llueven niños sobre un mapa desmembrado
un joven palestino vuela su cometa bajo un F-16.
Allí, muere el arrullo de las palomas en gaza
mueren hombres, mueren sus manos
mueren de muertes
las madres paren muertes
y los niños no ríen, mueren.
(Ana María Fúster, fragmento del poema “Palestina”)
Anoche circuló la noticia, difundida por agencias noticiosas de las que no tienen miedo a decir la verdad, sobre el genocidio en curso que, debido al bloqueo del ejército israelí a la entrada de ayuda humanitaria, entre 400 mil y 500 mil habitantes del norte de la Franja de Gaza podrían morir de hambre, después de diez días de no disponer de agua ni alimentos. A cualquier alma solidaria esto no puede menos que provocarle un nudo en la garganta, un dolor sincero por las víctimas, así como un sentimiento de odio hacia los asesinos que ejecutan y promueven tan bestial crimen. Las atrocidades se suceden una tras otra, el teatro del horror en que se ha convertido la Franja sigue en funciones y la mayor parte de la humanidad permanece ignorante o indiferente en lo que a la tragedia respecta. Hay que seguir denunciando que esto debe parar ya, que el sistema capitalista tal como lo permite y alienta Estados Unidos y sus testaferros debe morir; que las nuevas guerras de conquista disfrazadas de combate al terrorismo deben morir, en vez de inocentes niños sin culpa.
Aquí, en Culiacán, al tiempo que siguen llegando más contingentes de elementos del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional, hechos violentos que provocan el temor de los sinaloenses menudean. Casi en tiempo real nos enteramos de balaceras aquí y allá, víctimas mortales apareciendo por doquier, cierre de carreteras, asaltos a automovilistas para quitarles su coche y robos a comercios. Ha pasado más de mes de esto, y no se ve para cuándo pueda terminar. Siempre que las autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública intentan decir que la cosa va mejorando, sonoro mentís en forma de nuevos crímenes da cuenta de la realidad. Poco se puede decir ahora de las acciones inmediatas que ha emprendido el gobierno, salvo que algo hay que hacer para intentar amainar la tormenta.
Sin embargo, es distinto que veamos las necesidades del momento que las de la corrección del problema. Y aquí es donde conviene detenerse; si no, todo se vuelve a tratar de contener los efectos. Por ejemplo, está a la vista de todos que buena parte de la gente que está involucrada en la guerra entre cárteles es gente joven y al agudizarse el conflicto las víctimas dentro de este grupo de población aumentan. Leo en un texto de Mariana Betanzos y Laura Jiménez, de El Universal, basadas en datos del INEGI, Conapo y el RNPDNO: “en 2006 había 10 asesinatos por cada cien mil personas de 12 a 29 años en todo el país. Para 2022, la tasa creció a 28 por cada cien mil. En el caso de las desapariciones, el aumento es aún mayor: en 2006 se encontraba en una por cada cien mil jóvenes, y en 2022 se situó en 29.” (www.eluniversal.com, 14 de septiembre de 2024).
Dicen también las autoras del texto que, basándose en las respuestas de 17 especialistas en temas de violencia y juventudes de distintas regiones de México “los principales factores que vuelven a la juventud mexicana más vulnerable ante la violencia o a ser cooptada por el crimen son la falta de trabajo digno, educación y la falta de proyectos de vida a causa del estancamiento económico y la desigualdad”, entre otros, como la corrupción y la impunidad.
Según investigaciones del sociólogo Raúl Zepeda Gil, de la Universidad de Oxford, los jóvenes reclutados por el crimen organizado son los que tienen condiciones precarias de empleo, son pobres, al tiempo que “señala que el programa federal “Jóvenes construyendo el futuro”, la gran apuesta del (ex) presidente Andrés Manuel López Obrador para que los jóvenes no tomen el camino criminal, está orientado al primer empleo, y no es la política necesaria contra la violencia, sino la formalización del trabajo y mayores salarios.” (Idem).
Con la flamante presidenta Sheinbaum no se anuncia ningún cambio en el sentido de formalizar a más de la mitad de la población económicamente activa (PEA) que tiene un empleo informal, el de más baja calidad, que suma treinta y dos millones de personas (ENOE, INEGI, 27 de mayo de 2024) y solo hace tibias ofertas de aumentar el salario mínimo y reducir la jornada laboral. No se ve por dónde se elimine en el corto plazo el sustrato social del cual el narco se beneficia para nutrir su ejército.
Para poder hacer que la situación actual cambie a una de verdadero ataque de las causas de nuestros males, debemos entender los problemas que nos aquejan para saber cómo curarlos. Esto no se le va a explicar al pueblo pobre por parte de la gente que está en el poder. A quienes gobiernan el país antes bien les interesa mantener a la gente manipulada con programas que le nublen el pensamiento y que lo hagan agradecida de la dádiva para perpetuar electoralmente el status quo.
Por eso es muy importante que hoy todos los colectivos en lucha se mantengan activos en el estudio de la realidad para que, si encuentran, como encontrarán, las necesidades insatisfechas de siempre, salgan a luchar por la solución de ellas. No debemos desmovilizarnos ante situaciones de crisis de inseguridad ni de otro tipo, pues con todo y estas, quienes manejan el presupuesto público siguen trabajando para gastar el dinero del pueblo, tal como lo vemos hoy. Una actitud pasiva de las masas facilita el camino a quienes ejercen el presupuesto de manera antipopular.
Ante el panorama actual de descomposición del sistema político y económico, el pueblo organizado debe aprender a mantenerse en lucha en condiciones cada vez más difíciles. Si no arrostramos los peligros actuales y futuros para aumentar la organización y educación del pueblo y trabajamos para que este gobierne algún día, mañana no tendremos la herramienta política para remover del poder a quienes hoy están causando tanto daño a la vida nacional fomentando el enriquecimiento de pocos, el empobrecimiento de la mayoría y el control criminal de cada vez más regiones del país; todo esto impunemente, ganándose previamente a los pobres con un discurso demagógico acompañado de pequeños apoyos que, ni de lejos, resuelven sus grandes problemas.
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