El teatro de Bertolt Brecht tiene raíces filosóficas asociadas directamente con la filosofía marxista, así como una notable crítica al contexto histórico del dramaturgo, en el que el facismo destruía a su propia naturaleza, el occidente del siglo XX. Con su teatro, Brecht buscaba evidenciar el rapaz capitalismo que, enmascarado del putrefacto facismo, anunciaba lo inhumano que el capitalismo llegaba a ser, no siendo esta coyuntura lo más desquiciado de su evolución.
"Señores, no estén tan contentos con la derrota. Porque aunque el mundo se haya puesto y haya detenido al bastardo, la puta que lo parió está de nuevo en celo”. Con estas palabras, Brecht nos advertía que este sistema en donde "el lobo es el lobo del hombre” permanecería hasta que el proletariado consciente y educado decida luche por cambiar su realidad por una mejor. En este sentido, el dramaturgo alemán introdujo en su teatro diferentes ciencias, no solo para interpretar su realidad, si no para transformarla.
En las obras célebres de Brecht, como Coriolano, dos bloques sociales totalmente distintos están presentes, mostrando la desigualdad entre la clase privilegiada y la de las mayorías pobres, otorgando a esta última el papel principal. Personajes como Cayo Marcio Coriolano y Volumnia, su madre, viven una lucha interna; contradictoria entre su sentido humano y su hambre de poder.
Para el Movimiento Antorchista, al igual que para Bertolt Brecht, el teatro tiene su importancia desde el punto de vista social, es y debe ser una herramienta de transformación social que saque al espectador de la pasividad política.
Nuestro teatro no sólo es un arte que queremos transmitir a las masas olvidadas para entretener, si no es un arma con la que se pretende concientizar a nuestro público de la necesidad de transformar nuestra sociedad. Por esta razón, nuestras ideas, nuestro discurso, siempre estará impregnado en nuestro arte y sobre todo en nuestro teatro.
Estamos seguros de que el teatro contribuye para cambiar la sociedad en la que vivimos por una mejor, por esto, como cada año, Antorcha a través de su comisión cultural organiza la Muestra Nacional de Teatro, en el que compañías de todo el país presentan puestas en escena de la literatura clásica; siempre con el objetivo de despertar el sentimiento colectivo, desvelar lo que sucede en la actualidad y generar la necesidad de cambiar el presente por uno mejor.
Nuestras representaciones (presenté de la presencia y presencia del presente) muestra no sólo lo que sucede en la actualidad sino él por qué sucede, como asegura Bertolt Brecht... ya que solo de este discernimiento puede surgir el reconocimiento de la peripecia que afirma la ley de la historia que llamamos cambio y a firmar el cambio, el teatro puede devolvernos la esperanza.
En su vigésima edición la Muestra Nacional de Teatro nos deleitó con tres grandes obras de históricos dramaturgos: Coriolano de Bertolt Brecht; a cargo de la Compañía Nacional; Sacco y Vanzetti de Mauricio Kartun, a cargo de la compañía Dr. Juan Manuel Celis Ponce, e Ifigenia en Táurida de Goethe, obra presentada por el Estado de México. Hablaré principalmente de las primeras dos, en las que tuve la dicha de participar como actriz invitada y como espectador (por su modalidad virtual); obras clásicas de la dramaturgia en donde no sólo se refleja la realidad y las causas del sufrimiento de los personajes; como Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti al ser condenados injustamente a la silla eléctrica solo por tener ideas políticas contrarias al sistema en el que vivieron, o el hambre del pueblo romano y el desprecio que sufrían por los patricios. Tanto el espectador como todos los implicados en darle vida a una obra, nos damos cuenta que el conflicto de las historias son vigentes y nosotros somos parte de ellas; entendemos que el cambio es posible y que está en nuestras manos.
A pesar de que ambas obras tienen un sentido trágico, nuestro mensaje es la esperanza: ésta es la tarea de los artistas antorchistas y, sobre todo, de aquellos que realizamos teatro: exponer la escandalosa evidencia del mal para someterlo a un discernimiento científico que lo explique casualmente hasta encontrar las claves de lo transformable.
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