Allá por su cuarto informe de gobierno, o doceavo, como se quiera contar por aquello de que informa cada que necesita salir a defender su política y lanzarse contra la “oposición neoliberal”, sin saber ubicar teóricamente su gobierno sin rumbo, dijo que la política es entre otras cosas, pensamiento y acción, y que su propuesta podría ser llamada gobierno de “humanismo mexicano”. Tenemos que formar un distintivo, no solo porque como diría el César, Publio Terencio, quien proclamó que “nada de lo humano nos es ajeno".
Pero el humanismo mexicano que dice sostener filosófica e ideológicamente la Cuarta Transformación, pretende ser una concepción que oculte la realidad, evitando llamar las cosas por su nombre, de hablar de la división de clases: de capitalistas y anticapitalistas, de burgueses y proletarios. Prefiere hablar hipócritamente, de “humanismo mexicano”, como una filosofía centrada en el ser humano que busca atender sus problemas y necesidades para solucionarlos.
Y así, sin tener claro ni saber cómo hacer, pero sí que decir para confundir a los mexicanos, por fin llegamos al quinto informe de su gobierno, y a la recta final del fracasado mandato de Andrés Manuel López Obrador, que ha socavado hasta a la misma clase trabajadora ya de por sí indefensa, con los peores resultados, a pesar de “sus otros datos” del informe entregado a las y los legisladores de todas las fuerzas políticas, por la secretaria de Gobernación Luisa María Alcalde Luján, y presentado luego por el Presidente en un acto realizado en Campeche, en el sureste mexicano, donde según él permite que los que menos tienen, hoy tengan más ingresos y promueve el debate y las libertades.
Que el humanismo mexicano, resumido en la frase; “por el bien de todos, primero los pobres” es eficaz y funciona de manera excepcional, porque impulsa la transformación, para que más de 30 millones de familias puedan obtener recursos a través de programas para el bienestar; que su gobierno ha logrado sacar de la pobreza a más de cinco millones de mexicanas y mexicanos; que ha permitido reducir la desigualdad en México, etcétera, es decir, “Un proyecto que permite que los que menos tienen, hoy tengan más ingresos y bienestar”.
Que su “humanismo” es un proyecto que, a pesar de la pandemia, mantiene a México con los máximos históricos de empleo formal, con 22 millones de mexicanas y mexicanos registrados en el IMSS, con máximos históricos de salario promedio de casi 16 mil 300 pesos; máximos históricos de inversión pública en infraestructura, pues mientras en 2018 la inversión pública era de 500 mil millones de pesos, hoy en 2023 es de un billón de pesos, y también, máximos históricos en inversión extranjera. Todo ello, dijo, sin endeudar al país, con un ejercicio honrado, honesto, sin corrupción y que promueve el debate, las libertades y la democracia.
O sea que según la 4T y el presidente López Obrador, los mexicanos con todos estos excelentes resultados estamos en el paraíso. ¿Qué más podemos pedir?, le faltó decir. Nada, sólo nos queda caer rendidos ante su política y suplicarle que su “corcholata” preferida, Claudia Sheinmbaum nos gobierne para que nos siga suministrando tarjetitas, y continuar así el combate a la pobreza de todos los mexicanos.
Pero la realidad no es solo distinta sino opuesta. A un año de que concluya su sexenio, el gobierno de AMLO rebasa los 160 mil homicidios, mientras sigue achacándoselos a la mala herencia de sus predecesores. México es un país gobernado por el narco y el crimen organizado, permitido y alentado desde el gobierno federal, una impresionante cantidad de personas desaparecidas o no localizadas, que tan sólo en los primeros seis meses de 2023 se tiene un registro de 6 mil 620 personas, con un desaparecido cada hora, en promedio.
Con uno de los peores sistemas de salud en la historia del México moderno, y con lo que se aleja del prometido sistema de salud similar al de Dinamarca; uno de los peores sistemas de educación, con libros “chairos” y cargados de errores, y como colofón del mal gobierno, un pueblo que se empobrece cada vez más a pesar de sus imaginarios resultados, con los supuestos 5.2 millones de pobres menos.
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