Articular los hechos del pasado y del presente es necesario puesto que la reconstrucción de nuestra vida requiere arrancar datos de la historia de hoy y de ayer. En palabras de Lucien Febvre:
El ser humano no se acuerda del pasado; siempre lo reconstruye. El ser humano aislado es una abstracción. La realidad es el ser humano en grupo. Y la humanidad no conserva en su memoria el pasado de la misma forma en que los hielos del Norte conservan congelados los mamuts milenarios. Arranca del presente y a través de él, siempre conoce e interpreta el pasado.
La manera de entender los conceptos para que tengan un uso en la realidad es anclarlos históricamente. El anclaje histórico es necesario para dotar de sentido a los conceptos. Con ello se consigue saber leer la realidad, o bien, ser justos y justas en el análisis de la historia.
No se trata solamente de analizar los conceptos y quedarse en la abstracción, sino también de llenar a ésta de lo concreto para visualizar de un modo distinto el futuro.
Anclar algo históricamente significa llenarlo de determinaciones, es decir, conocer los diferentes ámbitos que caracterizan a un fenómeno o elemento específico: por ejemplo, pueden considerarse la cultura, la psicología, la filosofía o las cualidades físicas de tal fenómeno o elemento a analizar. La variedad de determinaciones ayuda a conocer nuestro objeto de forma más concreta, a definir más específicamente un fenómeno; en cambio, si nos quedamos en una visión parcial o unilateral, caemos en un conocimiento abstracto.
Lo concreto es una categoría central en el pensamiento de Marx, pues atraviesa fundamentalmente su análisis del capitalismo. Según Marx, el conocimiento se da en distintos grados, posee diversas representaciones, las cuales son de distintos tipos: desde las representaciones vacías (que muestran la sola estructura formal de la realidad, como las fórmulas lógicas), hasta aquellas que representan lo más concretamente real, que poseen cualidades fácticas, como los hechos históricos. Lo concreto es lo más cercano a la realidad objetiva. Acercarse lo más posible al análisis de la realidad significa conocer el objeto de estudio en toda su concreción, desde sus causas hasta sus consecuencias y su conexión con los ámbitos de la realidad, de manera que en el conocimiento concreto pervive el pasado.
La concreción es un punto elevado en la fase del conocimiento, se hace no solamente desde una contextualización histórica sino también desde una visión problematizadora, lo que fortalece una exposición integral, o que por lo menos no se queda en maniqueísmos ni en visiones parciales de los fenómenos.
De este modo, el conocimiento concreto conjunta el ámbito conceptual y el ámbito histórico del conocimiento, en donde la historia requiere enseñanzas teóricas, pero a su vez la historia y los movimientos sociales que en ella surgen requieren conceptualizaciones y enseñanzas del pasado.
El anclaje histórico de un concepto, su análisis, crítica y visión desde todas las determinaciones posibles, genera nuevas posibilidades de analizar la historia y de intervenir en ella. En palabras de Ernst Bloch, hay una intención subyacente por el futuro: es una esperanza, una
intención hacia una posibilidad que todavía no ha llegado a ser: no se trata sólo de un rasgo fundamental de la conciencia humana, sino, ajustado y aprehendido concretamente, de una determinación fundamental dentro de la realidad objetiva en su totalidad.
Así, la relación de los conceptos con el anclaje histórico crea nuevas posibilidades de lectura, de análisis y de praxis. No se trata solamente de analizar los conceptos y quedarse en la abstracción, sino también de llenar a ésta de lo concreto para visualizar de un modo distinto el futuro. Conocer la realidad en su concreción tiene, entonces, una necesidad política: corresponder a los problemas que en ella se encuentran.
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