En días pasados, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, y, en diferentes latitudes del país, grandes manifestaciones de mujeres intentaron que los gobiernos las escuchen, atiendan y resuelvan sus demandas. El movimiento feminista ha cobrado fuerza, por eso es importante reflexionar sobre su lucha para comprender cuál ha sido su desarrollo y cómo redirigirla hacia la verdadera reivindicación de la mujer, a través de la emancipación de toda la clase trabajadora.
Aquiles Córdova Morán menciona que “desde los orígenes mismos del movimiento feminista y hasta los días que corren, sus lideresas más perspicaces y visionarias precursoras han sostenido que, detrás y en el fondo de todos los sufrimientos de la mujer, se halla una organización social diseñada por los hombres para los hombres” y que de ello sacan la inevitable conclusión de que, para arrancar de raíz los daños, es indispensable reconstruir de manera colectiva esa organización, reconstruirla sobre una nueva base, una base de igualdad, cooperación, fraternización e iguales derechos y deberes para ambos sexos.
Las ideas de emancipación de la mujer son inherentes a la Revolución, basta con mirar la tradición feminista y revolucionaria de México, sobre todo de Yucatán. En el siglo XIX, impulsados por la política liberal, los esfuerzos porque las mujeres recibieran educación dieron frutos con la creación de un mayor número de escuelas para niñas, también se fundaron escuelas normales para profesoras.
Las maestras egresadas de esas normales fueron las principales promotoras del movimiento feminista en México, ya que ellas tenían el conocimiento y la información de lo que sucedía en otras partes del mundo. En Yucatán, un grupo de mujeres encabezadas por Rita Cetina Gutiérrez, Cristina Farfán y Gertrudis Tenorio Zavala promovió la asociación Siempreviva que publicó un periódico para mujeres, organizó una sociedad literaria y sostuvo una escuela para niñas. La lucha feminista jugó un papel importante para el desarrollo de la sociedad mexicana.
Las primeras décadas del siglo XX en México estuvieron marcadas por el estallido de la Revolución, el verdadero reto de esta revolución era convertir las aspiraciones revolucionarias en un plan de gobierno funcional que pusiera en marcha las propuestas de transformación social. Bajo el impulso del gobierno progresista del sonorense, Salvador Alvarado se llevó a cabo el Primer Congreso Feminista de México, el 13 de enero de 1916, en el Teatro Peón Contreras de Mérida.
En ese congreso se dieron cita alrededor de 700 profesoras, obreras y campesinas para discutir problemas relacionados con la reivindicación y desarrollo de las mujeres mexicanas. Así como los anteriores, otros acontecimientos importantes a favor de la lucha de la mujer se desarrollaron a lo largo de la historia yucateca bajo el espíritu revolucionario y con el ánimo de cambiar las condiciones en las que se muchas campesinas vivían.
La participación Elvia Carrillo Puerto, conocida como La Monja Roja del Socialismo en Yucatán, dedicó su vida a organizar a las mujeres campesinas, buscó la igualdad de género y fundó las Ligas de Resistencia Feministas que exigían el derecho al voto y alfabetización, entre muchas otras justas demandas.
También la militante maya comunista de Kinchil, Yucatán Felipa Poot Tzuc, pionera en la lucha de los indígenas mayas, quien al mismo tiempo destacó por su incansable lucha por la educación, la organización sindical, la reforma agraria y la igualdad social. Así como ellas, cientos de mujeres yucatecas fueron partidarias del socialismo, del feminismo y sus ideales iban en pro de la emancipación del proletariado.
¿Qué tienen en común estas luchas y luchadoras sociales?, en primera, el espíritu de la verdadera libertad de los oprimidos y la idea de que la sociedad se encuentra fragmentada y que es necesario luchar para erradicar las desigualdades. En segunda, la lucha feminista es hija de la lucha de clases, la verdadera lucha que debemos defender.
Lejos de menospreciar la lucha feminista, hay que señalar que sus objetivos deben abarcar cuestiones más profundas. Me permito citar a Ehécatl Lázaro para aclarar este punto: “los objetivos de la lucha feminista no solo deben considerar la cuestión de género, que ciertamente es importante, sino también deben apuntar a la superación del modo de producción imperante, pues, en última instancia, es el sistema capitalista el que determina el grado de libertad que puede lograr un individuo y la liberación de la mujer demanda la construcción de un orden social distinto, que avance hacia esa sociedad sin clases en la que no exista la explotación, ni de mujer por el hombre, ni del hombre por el hombre; en otras palabras, un movimiento que busca la emancipación de la mujer sólo puede ser un movimiento socialista. Para tirar al patriarcado hay que tirar al capitalismo”.
Podemos concluir que es necesario protestar en contra del sistema que no permite el pleno desarrollo ni la libertad de la clase oprimida. El feminismo y la lucha social no son opuestos, sino complementarios, eso lo ha evidenciado el desarrollo histórico de la revolución. Hoy en día, miles de mujeres mexicanas se han sumado a las filas de nuestra organización para lucha por esa verdadera emancipación, donde hombres y mujeres podamos ser verdaderamente iguales.
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