Las designaciones de candidaturas para el 2024 en el actual sistema político, llamadas rimbombantemente representaciones para la defensa de la 4T, dejan claro que los “acuerdos” desde el poder, sobre quién llevará adelante los designios y la salvaguarda de los intereses económicos dominantes, nada tiene que ver con la democracia, sino con los vulgares intereses de clase y de grupo.
Con toda razón, desde mi punto de vista, Federico Engels afirmaba en 1885 que: “fue precisamente Marx el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley según la cual todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son, en realidad, más que la expresión más o menos clara de las luchas entre clases sociales”. Y Lenin, el otro genial maestro y defensor de los pobres del mundo, señaló que la conciencia de las masas trabajadoras “no puede ser conciencia de clase si no aprenden, -basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, actuales sin falta- a observar a cada una de las demás clases sociales en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política”...
De donde se sigue que, a pesar de que sobre ellos influya poderosamente la ideología dominante que es la de la clase dominante en lo económico, los pobres deben luchar intensamente contra la ignorancia y la enajenación de su pensamiento, por adquirir una conciencia clara de manera razonada para poder apreciar la realidad tal cual, sin deformaciones; entender y explicar las causas y el origen de las cosas, por ejemplo de la pobreza, para poder transformar esa realidad en una mejor y más acorde con su condición de seres humanos; pues a pesar de que se produce bastante riqueza todos los días, y de que ésta se produce precisamente con su trabajo, su situación como clase trabajadora cada día está peor por las carencias en vivienda, salud, educación, comida, empleo, buen salario, servicios, etc., así como por las injusticias y calamidades que la pobreza trae aparejada consigo.
De ser así, entenderán, por ejemplo, que repartir pequeñas cantidades en efectivo o especie a la gente, mientras le quitan el seguro popular, la obra pública o el FONDEN; o le niegan la solución a sus demandas, etc., es repartir pobreza en vez de repartir riqueza. Sin que esto quiera decir que la gente está mal por recibir estos apoyos, sino más bien que éstos son del todo insuficientes para sacarla de la pobreza, y que los que están mal, por tanto, son los poderosos que los utilizan electoreramente condicionándolos a la “fidelidad”; o para desmovilizar a los pobres para que no sientan sus cadenas esperando pacientes el “apoyo”; o para corromper la conciencia y espíritu de lucha y superación de las masas tratando de hacerlas conformistas con su modo de ir sobreviviendo en la pobreza con el poco recurso que le “dan”; o anestesiando con ellos el espíritu gregario, de solidaridad y hermanamiento entre los pobres, muy emparentado con el derecho constitucional de organización, en la defensa de nuestros intereses, y a la hora de luchar por un mundo mejor más justo y equitativo, donde la clase trabajadora productora de la riqueza también tenga acceso a ésta, en vez de que se le asigne el triste papel de inútil atenido, cuando en realidad somos un pueblo tan digno y trabajador como pocos en el mundo.
Entenderán que sin un cambio social profundo en la forma de producir, distribuir y consumir los bienes, no hay forma de acabar con la pobreza de raíz; y que los cambios cosméticos en la política, es el simple expediente de “jugar” con varios representantes de la misma clase poderosa, eso sí, vestidos con diferentes colores para “legitimarse con el voto popular” dando apariencia de representar los intereses de toda la sociedad, pero sólo la apariencia pues los pobres, pobres son y seguirán siendo mientras sus intereses no estén representados en el gobierno. Por eso el pueblo requiere luchar por el poder político del país pero para él, para poner a uno de los suyos, es decir, que lo que se necesita no es sólo el cambio de partido o de gente, sino de CLASE SOCIAL EN EL PODER.
El pueblo trabajador puede y debe cambiar la estructura de la sociedad en beneficio de todos, acabar con la insultante desigualdad entre los mexicanos, empezando por mejorar sustancialmente, mediante un plan nacional de desarrollo científico y adecuado como el de los cuatro ejes propuestos por Antorcha, las condiciones de vida de los que menos tienen; y con el tiempo liberar a todas las demás clases de la enajenación en que viven, incluida la de los capitalistas que no pueden vivir “su” propia vida porque viven la impuesta por su condición de “personificación” del capital que a toda hora les reclama estarse amontonando en sus manos, perdiendo con ello, incluso, su propia “humanidad”. Para eso es necesario que las masas conscientes y suficientemente politizadas tomen en sus manos las riendas del proceso social, arribando al poder político. Pues hasta hoy, como dijo Cervantes, príncipe de los ingenios, en su inmortal obra “El Quijote de la mancha”: sólo “dos linajes hay en el mundo”… “el tener y el no tener”.
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