La desigualdad económica ya era un problema serio desde antes de la pandemia y, además, tendía a profundizarse. Diversos economistas e historiadores, como David Harvey y Tomas Pikkety, sostienen que, desde la década de los 80, cuando se implantó el neoliberalismo, la desigualdad no ha hecho más que crecer. El aumento exponencial de la desigualdad no fue un accidente, sino el resultado del viraje político hacia la derecha, iniciado por Margaret Thatcher y Ronald Reagan; ambos comenzaron la demolición del modelo económico adoptado por occidente y buena parte del mundo de la posguerra, el llamado estado de bienestar, que reconocía la obligación del gobierno de promover el desarrollo y los derechos sociales de la población. Fue tal el viraje conservador, que transfirió la mayor parte de los activos estatales a la iniciativa privada y disminuyó los derechos sociales de la clase trabajadora, que Harvey llamó al neoliberalismo "acumulación por desposesión”.
Sin embargo, es evidente que la pandemia de covid-19 iba a profundizar la desigualdad, sobre todo en aquellos países más apegados al modelo neoliberal. De acuerdo con el Informe Pobreza y prosperidad compartida, realizado por el Banco Mundial y dado a conocer en octubre pasado, el número de personas que caerá a la pobreza extrema será de 150 millones, aproximadamente, en este 2021, las cuales se sumarán a los 836 millones que ya estaban en esa condición, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas.
América Latina, la que quizá sea la región más desigual del mundo, será una de las zonas más castigadas por la crisis del coronavirus. El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, señaló a mediados del año pasado, en el marco del Informe de Políticas sobre el Impacto del Coronavirus en América Latina y el Caribe, que se esperaba la contracción económica más grande para el subcontinente en un siglo, con todos los efectos que esto conlleva. Guterres también llamó a transformar el modelo de desarrollo actual por uno donde la economía sea más igualitaria, impulse el crecimiento y el bienestar de la población; además, dijo que los niveles de desigualdad en Latinoamérica se han vuelto insostenibles y era hora de desarrollar sistemas integrales de bienestar social accesibles para todas las personas.
En esa misma presentación, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcena, manifestó de igual manera la necesidad de cambio de modelo económico y dijo que "América Latina y el Caribe es una región que ya venía por siete años con un crecimiento muy bajo y con brechas estructurales de un modelo de desarrollo insostenible que se han exacerbado por una muy débil protección social, sistemas de salud fragmentados y profundas desigualdades. Entonces, la pandemia nos encuentra en un momento muy difícil&rdquo, concluyó Bárcena.
No es muy complicado darse cuenta, menos ahora que la covid-19 lo ha desnudado, que el problema es el modelo económico dominante. México no es la excepción, pues aunque el gobierno insista con su discurso antineoliberal, la realidad es que no han hecho nada para desmontarlo y, más bien, ha profundizado sus efectos nocivos con una serie de políticas erráticas y poco efectivas. Ojalá que todos los mexicanos lo tengamos presente en las elecciones de junio próximo.
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