Hay quienes afirman que la enfermedad del dengue no es “de pobres”, sino característica de países tropicales, y estacionaria pues se agudiza en las temporadas de lluvias y de calor, y decae en temporadas de frío. Esto se debe a que se trata de una enfermedad viral que se transmite a los humanos por la picadura de mosquitos hematófagos (que se alimentan de sangre) Aedes aegypti infectados, y estos se desarrollan en ambientes húmedos y calurosos. Por eso se presenta en los climas tropicales y subtropicales de todo el planeta, sobre todo en las zonas urbanas y semiurbanas.
Sin embargo, en años recientes, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), cinco enfermedades virales: dengue, paludismo, chikungunya, fiebre amarilla y zika, “parecen haber iniciado un proceso de globalización y expansión más allá de los trópicos. Más del 70 por ciento de los países afectados por estas y otras enfermedades tropicales son de ingresos bajos o medios-bajos, de igual modo el 100 por ciento de los países de bajos ingresos están afectados por al menos cinco de ellas, reflejando su distribución desigual en el mundo, damnificando sobre todo a poblaciones empobrecidas”.
Estos mosquitos vectores (portadores y transmisores de la enfermedad) han estado presentes en la tierra desde hace millones de años, “diezmando poblaciones enteras, paralizando actividades productivas y cambiando muchas veces el curso de la historia” (Dr. Osvaldo F. Teglia, Prof. Adj. a cargo de Enfermedades Infecciosas FCB, Universidad Austral, Argentina).
En la actualidad, “cerca de la mitad de la población mundial corre riesgo de contraerlo y cada año se producen entre 100 y 400 millones de infecciones” (OMS), y también afirma que “La urbanización (especialmente la no planificada) está asociada a la transmisión del dengue en función de varios factores sociales y ambientales: densidad de población, desplazamientos de personas, acceso a fuentes de agua fiables, prácticas de almacenamiento de agua, etc.”, y agrega que “los riesgos de contraer el dengue también dependen de los conocimientos, la actitud y las prácticas de la población frente a la enfermedad, así como de la ejecución de actividades sistemáticas de control vectorial de forma sostenible fuera de los establecimientos de salud. La prevención y control del dengue se basan en el control de sus vectores. No hay un tratamiento específico para el dengue y el dengue grave, pero la detección precoz y el acceso a una atención médica adecuada reducen en gran medida las tasas de mortalidad por dengue grave”.
Es decir, una vez que se sabe cuál es la causa y cómo se puede prevenir el contagio, depende de la actitud planificada de la población, cosa que solamente puede proporcionar la misma organización del pueblo, lo cual debería estar encabezado por los líderes naturales y políticos de las poblaciones y depende determinantemente de que esa población cuente con las condiciones necesarias para poder tomar las medidas de prevención en sus viviendas, en su comunidad y debe contar con instituciones de atención médica y cuidado de la salud, que tengan esas prácticas de prevención, de realización de campañas en ese sentido, de atención médica oportuna, atenta y que cuente con los medicamentos e instalaciones necesarias para salvar la vida de quienes tengan estos padecimientos, lo que no ocurre cuando la vivienda es precaria y no se cuenta con servicios urbanos y de atención de la salud proporcionados por los gobiernos, y menos en las comunidades marginadas a las que por lo regular, los gobernantes no quieren atender, se niegan a proporcionar los servicios básicos y les niegan hasta las famosas nebulizaciones contra los mosquitos, alegando que “no hay dinero” o que tal asentamiento “es irregular” o simplemente no es del agrado del mandatario, quien solamente quiere atender a sus amigos y seguidores; la discriminación política y electorera se vuelve, así, un factor de riesgo y causa de contagios y muertes.
En México estamos viendo cómo crecen los contagios de dengue en diversos estados, principalmente Yucatán, Quintana Roo, Veracruz, Guerrero, Puebla, Chiapas y Campeche va en ese camino, los más pobres, y los números que reflejan las estadísticas son de espanto: los casos confirmados en la semana epidemiológica 38 2023 comparada con la del año pasado muestran un incremento de 316 por ciento en los casos confirmados y de 342 por ciento en los fallecimientos, por lo que se proyecta que este año terminará con más de 53 mil casos, cuatro veces más que en 2022, y cerca de 300 víctimas fatales, tres veces más que en 2022.
Es claro que no es culpa solamente del tipo de enfermedad ni de las condiciones de inmunidad, sino de la pobreza de las familias afectadas y de la irresponsabilidad de quienes las gobiernan, lo que coincide plenamente con la irresponsabilidad demostrada por el Gobierno Federal de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su “Cuarta Transformación” en el terreno de la salud pública, a la que ha sacrificado en aras de los programas de entregas directas de dinero, las cuales aportan más en el sentido de la popularidad y los votos contantes y sonantes, mientras que las campañas contra el dengue, los medicamentos y hospitales, así como las obras de servicios de drenaje, agua potable, electrificaciones y viviendas dignas, aunque son más necesarias y son condicionantes de una política de prevención del dengue y otras enfermedades, cuestan mucho más, y no aseguran votos. AMLO prefiere los votos, y hace así imposible de prevenir mejor el contagio de esta y otras enfermedades, de manera que, con el incremento espantoso de la enfermedad del dengue, entre otras causas, pero principalmente por eso, dadas las características de la enfermedad y su prevención, descritas arriba, AMLO se ha convertido así, en un cómplice del dengue, tal y como sucedió con el Covid-19 y como sucede con el cáncer y otras enfermedades de las llamadas “catastróficas”. Las prioridades de AMLO y sus seguidores están enfermando y matando a los mexicanos.
Solo hay una solución: que las grandes masas se organicen, tomen consciencia del problema, se salten a estos malos e inmerecidos “líderes” y tomen en sus manos su destino también con el poder político de la nación, El pueblo se tienen que poner al frete del país y salvarlo de los malos manejos y de las locuras de quienes hoy están peleando el poder y son capaces de sacrificar a la población con tal de ganarlo.
El pueblo debe dejar de ser un conejillo, o un menor de edad y hacerse responsable del futuro de la nación. Debe salvar a la nación y, así, salvarse a sí mismo.
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