Chihuahua, el estado grande de México, está atravesando una de sus peores crisis. Por un lado, se tiene la intensa sequía que azota al estado desde 2020; por otro, los incendios forestales están acabando con miles de hectáreas de la zona serrana.
Ahora, se suman la falta de agua para todas las actividades, especialmente la de riego, y las altas temperaturas que se han registrado en los últimos meses.
La crisis hídrica combinada con las altas temperaturas ha creado una situación crítica que afecta profundamente a la región. Esta combinación de factores climáticos y de gestión del agua ha llevado a un estado de emergencia en varios aspectos de la vida diaria y económica de la región.
La realidad para miles de familias se complica ante la falta de una política efectiva para la gestión y conservación del agua. Infraestructura hídrica inadecuada y falta de mantenimiento han llevado a pérdidas significativas del líquido.
La agricultura y la ganadería son los sectores más vulnerables. La agricultura, que depende en gran medida del riego, se ha visto gravemente afectada. Los cultivos se marchitan y las cosechas disminuyen, lo que lleva a pérdidas económicas significativas.
La ganadería también sufre, ya que la falta de agua y pasto adecuado pone en riesgo la supervivencia del ganado.
Esta suma de eventos catastróficos para la producción traerá severas consecuencias para la economía de los agricultores, ganaderos, familias jornaleras y, en general, para la economía local.
En todo el norte de nuestro país estamos sintiendo los efectos del cambio climático, de la descontrolada explotación de nuestros recursos naturales y de la actividad industrial.
El aumento de las temperaturas y la reducción de las precipitaciones han exacerbado la sequía en gran parte de México, reduciendo drásticamente los niveles de agua en ríos y acuíferos.
Un fenómeno sucede a otro: por la ola de calor, las familias consumen más agua, y el consumo de energía también ha aumentado, generando apagones diarios que dañan significativamente los pozos de abastecimiento.
La realidad para miles de familias se complica ante la falta de una política efectiva para la gestión y conservación del agua. La infraestructura hídrica inadecuada y la falta de mantenimiento también han llevado a pérdidas significativas del vital líquido.
Hoy nos debe ocupar exigir a nuestras autoridades, como sociedad organizada y educada, que se implementen políticas de gestión integral del recurso hídrico que incluyan la conservación, la reutilización y el uso eficiente del mismo.
Es crucial promover prácticas agrícolas sostenibles y tecnologías de riego eficientes, así como mejorar la infraestructura para la captación, almacenamiento y distribución del agua.
La crisis hídrica es un problema complejo que requiere un enfoque multifacético y una acción coordinada entre el gobierno, la comunidad y los sectores económicos.
La adopción de medidas sostenibles y la inversión en infraestructura son esenciales para mitigar los impactos y asegurar un suministro de agua adecuado para las generaciones futuras.
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