Una nota que leí en el periódico decía esto: “El 50.5 % de los trabajadores en Puebla gana solo un salario mínimo”. El texto explica que “… de los 2 millones 983 mil 669 trabajadores del estado de Puebla, el 50.5 %, que equivale a un millón 507 mil 848, gana solo un salario mínimo, que son 7 mil 468 pesos mensuales, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)”. Se trata, ni más ni menos, de un salario miserable producto del sistema de explotación en el capitalismo que reina en el país.
Hagamos cuentas. La mitad de los trabajadores tiene un ingreso diario de 245 pesos para sostener a su familia, que, según también los datos del Inegi, en promedio cuenta con cinco personas o más: padre, madre, hijos (con pareja o sin ella) y abuelos.
La mitad de los trabajadores en Puebla gana sólo un salario mínimo, lo que implica sobrevivir con 245 pesos diarios para alimentar y mantener a familias de cinco personas o más.
Y debemos preguntarnos: ¿con 245 pesos al día una familia poblana puede alimentarse decentemente tres veces al día, vestirse, calzarse, educarse, pagarse el pasaje a la escuela y el trabajo, salir de vacaciones, comprarse una vivienda y adquirir todo lo necesario para vivir con cierta dignidad? ¡Claro que no!
Los 245 pesos no te sacan de pobre, más bien te acercan al hambre crónica, obligan a los padres a trabajar horas extra, a muchos niños a dejar los juegos y las tareas porque hay que trabajar o a pedir dinero en los semáforos, a los jóvenes de secundaria y preparatoria a trabajar en el campo en sus ratos libres o en el ambulantaje en las ciudades.
Los 245 pesos exigen a los jóvenes universitarios buscar trabajo “en lo que sea” y olvidarse de la universidad o la maestría porque hay que ayudar a la familia con los gastos.
Obligan a las mujeres a aceptar trabajos que las denigran o que requieren de ellas una fuerza para la cual sus cuerpos no están preparados. Obliga a los adultos mayores a trabajar en donde sea que los acepten, pese a sus canas, su edad y su poca fuerza en el cuerpo.
En México el abuelo no descansa, el niño no juega y el joven no estudia. Nada de eso. En México se trabaja.
Dice la nota: “La mayoría de este sector de la población se concentra en el sector primario y terciario, es decir, donde se encuentran actividades como la agricultura, ganadería, comercio, hospedaje temporal y preparación de alimentos. Otras carencias: más allá del bajo salario, el instituto indicó que este número de personas sufre otro tipo de carencias laborales, como son empleos informales, donde no se les ofrece ningún tipo de prestación. Por mencionar algunos ejemplos, carecen de un crédito para vivienda, seguridad social, vacaciones pagadas, aguinaldo, prima vacacional, utilidades, fondo de ahorro, incrementos de sueldo y apoyo para despensa. También se ven inmersos en jornadas laborales altas y desgastantes, que van más allá de las 48 horas a la semana permitidas y establecidas por las autoridades laborales”.
Un salario de 245 pesos exige a la gente buscar otra chamba, así como jornadas dobles o trabajo los fines de semana. No por nada en México somos el país que más trabaja al año: 2 mil 226 horas, un nivel muy alto en comparación con los países en los que menos se trabaja al año, como Alemania, con 1 mil 341 horas; Dinamarca, con 1 mil 372; Noruega, 1 mil 425; Países Bajos, 1 mil 427; Suecia, 1 mil 440; Austria, 1 mil 444; Islandia, 1 mil 449; Luxemburgo, 1 mil 473; Finlandia, 1 mil 478, y Francia, 1 mil 511 horas, según una nota de Forbes, que afirma que México es uno de los países donde las personas le dedican más horas al trabajo anualmente.
Un salario de 245 pesos obliga a la gente a pedir prestado: los mexicanos vivimos eternamente endeudados con el patrón, con la familia, con el amigo, con el compadre, con el tendero, con el de la renta, etcétera, etcétera y etcétera.
Un salario así nos obliga a comprar las cosas “en paguitos mensuales” en tiendas como Coppel o Elektra (ambas son propiedad de empresarios multimillonarios): así compramos los celulares, las televisiones, las licuadoras, estufas, lavadoras, camas y todo. Somos tan pobres que no podemos pagar de contado. Y aguas con no “hacer tu paguito” a tiempo, porque vaya problema en el que te metes.
Por eso los apoyos del Gobierno son tan populares. Si no hay salarios remuneradores en el trabajo, claro que la gente espera con ansia las tarjetas del Bienestar, que son una forma de comprar con años de anticipación el voto electoral de la población.
Un análisis de los votos logrados por AMLO en 2018 y por Sheinbaum en 2024 nos dice claramente que las tarjetas con dinero obligan a la gente a votar en favor de quien da esos apoyos. Pero el Gobierno nos engaña y veamos por qué.
Con esas tarjetas, ahora muchos mexicanos depauperados, necesitados y de buen corazón, le agradecen a AMLO el apoyo “a los pobres”, pero habría que razonar que el dinero de las tarjetas sale de nuestros impuestos (o sea, es nuestro dinero).
Además, muy a pesar de las tarjetas seguimos siendo pobres (jamás saldremos de la pobreza con esas ayudas); las tarjetas no las inventó Morena sino la vieja mafia en el poder (el PRI, con su programa “Solidaridad”) y la masificación de las tarjetas con AMLO (más de 30 millones de familias reciben un apoyo en tarjeta) le corta la inversión al sistema de salud, al de vivienda, a las escuelas, a las vías de comunicación y prácticamente a todas las obras en pueblos y municipios, grandes y pequeños.
¿Alguno de ustedes recuerda alguna obra hecha por el exgobernador Miguel Barbosa Huerta?
Es decir, las tarjetas (y su masificación) son una necesidad de un Gobierno de corte neoliberal que permite que los empresarios y dueños de los centros de trabajo paguen mal o excesivamente mal a los trabajadores.
De acuerdo con la nota referida al inicio, “… el 27.6 % [de la población poblana] gana hasta dos salarios mínimos (14 mil 936 pesos); el 6 % hasta tres salarios mínimos (22 mil 404 pesos)”.
Si hacemos cálculos y sumamos 50.5 % más 27.6 %, nos da como resultado que el 78.1 % de los trabajadores en el estado gana menos de dos salarios mínimos.
Por eso en la capital poblana, en la Mixteca, en el Valle de Atlixco, en la zona de Tehuacán, en la Sierra Negra, en la Sierra Norte y Nororiental o en la zona del triángulo rojo, millones de personas viven en la marginación más insultante.
Los empresarios, los patrones, con la ayuda del gobierno, nos hacen trabajar mucho y nos pagan muy poco, como lo confirman los datos que analizamos. ¿Qué debemos hacer los pobres? Estudiar y analizar lo que está pasando en la economía y unirnos como una sola clase, convertirnos en clase para sí, para que entendamos que sólo organizados bajo un partido proletario, como el antorchista, podemos tomar el poder político de este país y hacer los cambios económicos necesarios para dejar de ser explotados, para acabar con la pobreza, la miseria y la desigualdad.
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