Nuestro estado es tierra de riqueza cultural y natural que, al día de hoy, se enfrenta a la escasez de agua de forma alarmante. En medio de sus exuberantes paisajes y biodiversidad, se esconde una realidad preocupante que afecta la vida cotidiana de miles de chiapanecos.
Esta crisis hídrica, lejos de ser un problema distante, merece toda nuestra atención y acción inmediata.
“Licenciado, se está secando el Cañón”, escuché decir a uno de mis compañeros colonos de la zona del Cañón del Sumidero, el silencioso mal se desnuda ante nosotros. La situación en Chiapas es paradójica: siendo uno de los estados más lluviosos de México, enfrenta una creciente escasez de agua potable. Las causas son múltiples y complejas, pero destacan la falta de infraestructura adecuada para la captación y distribución del agua, la avasalladora acaparación, la deforestación y el cambio climático.
Es importante reconocer que la escasez de agua en Chiapas no es un problema aislado, sino síntoma de una crisis hídrica global.
La tala indiscriminada de bosques ha alterado el ciclo natural del agua, provocando sequías más prolongadas y lluvias torrenciales que arrastran la tierra fértil. En los últimos años, incluso, hubo momentos en que sus icónicas "cascadas de agua azul" se secaron.
Las comunidades rurales son las más afectadas por esta crisis. Muchas de ellas carecen de acceso a agua potable, obligando a los habitantes a recorrer largas distancias en busca de este recurso básico.
La falta de agua limpia no sólo pone en riesgo la salud de la población, sino que también limita sus oportunidades de desarrollo económico y social. Sin acceso regular al agua, las actividades agrícolas se ven amenazadas, lo que agrava la pobreza y la inseguridad alimentaria en la región.
Es imperativo que se tomen medidas inmediatas para abordar esta crisis. Se requiere una inversión significativa en infraestructura hídrica, incluyendo la construcción de represas, sistemas de captación de agua de lluvia y plantas de tratamiento.
Además, es fundamental promover prácticas sostenibles de gestión del agua y reforestación para restaurar los ecosistemas dañados y terminar con la privatización del agua, vital para todos.
El Estado juega un papel crucial en esta tarea, pero también el sector privado debe contribuir a encontrar soluciones sostenibles. La participación ciudadana, a través de la sensibilización y la educación ambiental, en su medida, también son necesarios.
Es importante reconocer que la escasez de agua en Chiapas no es un problema aislado, sino un síntoma de una crisis hídrica global que afecta a muchas regiones del mundo.
La sobreexplotación de los recursos hídricos, la privatización de la gran industria a los mantos acuíferos, el crecimiento demográfico y el cambio climático están exacerbando esta situación en todo el planeta. Por lo tanto, cualquier solución a la crisis en Chiapas debe considerar también estas dimensiones globales.
El acceso al agua es un derecho humano fundamental, consagrado incluso por las Naciones Unidas, y su privación afecta la dignidad y el bienestar de las personas. Como sociedad, debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad hacia las generaciones presentes y futuras y trabajar duro para garantizar un futuro sostenible y equitativo para todos, pero sobre todo, saber que un derecho vital debe ser brindado a la sociedad a veces con el puño en alto y apretado.
No podemos permitirnos seguir ignorando esta crisis silenciosa que amenaza la vida y el futuro de miles de chiapanecos.
Quiero terminar este escrito con un poema de la poeta argentina Alfonsina Storni, “Letanías de la tierra muerta”, lo que mis humildes letras no puedan expresar, ojalá pueda hacerlo este poema.
Llegará un día en que la raza humanase habrá secado como planta vana,
y el viejo sol en el espacio sea
carbón inútil de apagada tea.
Llegará un día en que el enfriado mundo
será un silencio lúgubre y profundo:
Una gran sombra rodeará la esfera
donde no volverá la primavera;
la tierra muerta, como un ojo ciego,
seguirá andando siempre sin sosiego,
pero en la sombra, a tientas, solitaria,
sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.
Sola, con sus criaturas preferidas
en el seno cansadas y dormidas
(madre que marcha aún con el veneno
de los hijos ya muertos en el seno).
Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros
Soportará sobre los muertos hombros.
Desde allí arriba, negra la montaña
La mirará con expresión huraña.
Acaso el mar no será más que un duro
bloque de hielo, como todo oscuro.
Y así, angustiado en su dureza, a solas
soñará con sus buques y sus olas,
y pasará los años en acecho
de un solo barco que le surque el pecho.
Y allá, donde la tierra se le aduna,
ensoñará la playa con la luna,
Y ya nada tendrá más que el deseo,
pues la luna será otro mausoleo.
En vano querrá el bloque mover bocas
para tragar los hombres, y las rocas
oír sobre ellas el horrendo grito
del náufrago clamando al infinito:
Ya nada quedará; de polo a polo
lo habrá barrido todo un viento solo:
voluptuosas moradas de latinos
y míseros refugios de beduinos;
oscuras cuevas de los esquimales
y finas y lujosas catedrales;
y negros, y amarillos y cobrizos,
y blancos y malayos y mestizos
se mirarán entonces bajo tierra
pidiéndose perdón por tanta guerra.
De las manos tomados, la redonda
Tierra, circundarán en una ronda.
Y gemirán en coro de lamentos:
¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!
La tierra era un jardín lleno de rosas
y lleno de ciudades primorosas;
se recostaban sobre ríos unas,
otras sobre los bosques y lagunas.
Entre ellas se tendían finos rieles,
que eran a modo de esperanzas fieles,
y florecía el campo, y todo era
risueño y fresco como una pradera;
y en vez de comprender, puñal en mano
estábamos, hermano contra hermano;
calumniábanse entre ellas las mujeres
y poblaban el mundo mercaderes;
íbamos todos contra el que era bueno
a cargarlo de lodo y de veneno...
Y ahora, blancos huesos, la redonda
Tierra rodeamos en hermana ronda.
Y de la humana, nuestra llamarada,
¡sobre la tierra en pie no queda nada!
* * *
Pero quién sabe si una estatua mudade pie no quede aún sola y desnuda.
Y así, surcando por las sombras, sea
el último refugio de la idea.
El último refugio de la forma
que quiso definir de Dios la norma
y que, aplastada por su sutileza,
sin entenderla, dio con la belleza.
Y alguna dulce, cariñosa estrella,
preguntará tal vez: ¿Quién es aquella?
¿Quién es esa mujer que así se atreve,
sola, en el mundo muerto que se mueve?
Y la amará por celestial instinto
hasta que caiga al fin desde su plinto.
Y acaso un día, por piedad sin nombre
hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,
la luz de un sol que viaje pasajero
vuelva a incendiarla en su fulgor primero,
y le insinúe: Oh fatigada esfera:
¡Sueña un momento con la primavera!
Absórbeme un instante: soy el alma
universal que muda y no se calma...
¡Cómo se moverán bajo la tierra
aquellos muertos que su seno encierra!
¡Cómo pujando hacia la luz divina
querrán volar al que los ilumina!
Mas será en vano que los muertos ojos
Pretendan alcanzar los rayos rojos.
¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas
serán las capas, ay, sobre sus huesas!...
Amontonados todos y vencidos,
ya no podrán dejar los viejos nidos,
y al llamado del astro pasajero,
ningún hombre podrá gritar: ¡Yo quiero!...
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