“Usted me pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. […] Su mirada está dirigida hacia fuera; sobre todo, es lo que debe evitar en lo sucesivo. Nadie puede aconsejarle, nadie. No hay más que un solo camino. Entre en usted”. Rainer Maria Rilke
Poeta y novelista checoslovaco nacido en Praga en 1875, Maria Rilke entrega lo más depurado de su experiencia en breves páginas donde, más que un maestro, es un amigo fiel, con todo lo que estos dos términos implican.
Franz Xaver Kappus, un cadete de la escuela militar Wiener-Neustadt, soñaba con ser poeta y no dejaba de preguntarse sobre el sentido de la creación artística. Kappus admiraba profundamente a Rilke, quien había estudiado en la misma escuela militar que él y quien también había tomado clases con el “amable sabio” profesor Horacek.
Impulsado por esas coincidencias, el joven de 19 años decidió escribirle pidiéndole observaciones sobre sus poemas y consejos sobre su creación poética. Rilke no se limitó a contestar de una manera formal y superficial, sino que convirtió cada carta en una lección de vida, en respuestas que también fueron respuestas para él. Así nacieron diez cartas que Rilke escribió desde París entre el 17 de febrero de 1903 y el 26 de diciembre de 1908.
Jóvenes que parecen dominados por interrogantes que no tienen respuesta, que sienten que la soledad es negativa, tengan por seguro que se sentirán identificados al leer estas cartas, que conocerán a Rilke no sólo como poeta, sino como ser humano, pues nos regala una infinidad de reflexiones sobre nuestro propio pensamiento
En estas cartas, el poeta se dirige a los jóvenes, les habla sobre el tiempo, el amor, la sexualidad, la tristeza, la alegría, la soledad. En una de ellas se lee: “Usted me pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. […] Su mirada está dirigida hacia fuera; sobre todo, es lo que debe evitar en lo sucesivo. Nadie puede aconsejarle, nadie. No hay más que un solo camino. Entre en usted.”
Jóvenes que parecen dominados por interrogantes que no tienen respuesta, que sienten que la soledad es negativa, tengan por seguro que se sentirán identificados al leer estas cartas, que conocerán a Rilke no sólo como poeta, sino como ser humano, pues nos regala una infinidad de reflexiones sobre nuestro propio pensamiento, obligándonos a acercarnos igualmente a nosotros mismos a través de la creación artística, “porque en el fondo y precisamente por lo esencial estamos inexpresablemente solos. Para aconsejarse, para ayudarse unos a otros, son necesarios encuentros y desenlaces. Toda una constelación de acontecimientos es necesaria para un solo hallazgo”.
A modo de dato curioso, si se preguntaban qué pasó con Kappus, uno pensaría que después de aquellos consejos se convertiría en un poeta extraordinario. No fue así. Renunció a la poesía después de varios fracasos, pero nunca se desprendió de las diez cartas de Rilke, que aparecerían publicadas por primera vez en Leipzig en 1929, veinte años después de haber sido enviada la última carta y tres años después de la muerte de Rilke. Así, a pesar de no poder ser poeta como hubiera querido, no impidió que otros tuvieran acceso a esas grandes lecciones. A Kappus le debemos eso.
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