Como un merecido reconocimiento a Don Benito Juárez García, por ser el mejor presidente de México, rescatándolo de las fuerzas reaccionarias y extranjeras, se fijó en el calendario el 21 de marzo como día nacional.
El 99 % de los mexicanos conoce perfectamente el nombre del Benemérito de las Américas, aunque recuerde poco los detalles de sus aportaciones para darle estabilidad política a lo que queda de lo que fuera nuestra patria.
En su complejo de superioridad, Andrés Manuel López Obrador se considera el heredero ideológico de Juárez. ¿El remedo del Benemérito se merece esta distinción?
Casualmente el natalicio de Benito Juárez García coincide con la entrada de la primavera, motivo por el cual se ha hecho tradición la realización de coloridos eventos y desfiles entre la población de educación preescolar y primaria principalmente, y acudir a los centro ceremoniales de las culturas autóctonas como la azteca, o las pirámides de Teotihuacán “a cargarse de energía”.
Benito Juárez García, pues, fue un personaje clave para el crecimiento de México. Durante su Gobierno liberal promulgó importantes leyes para promover la igualdad entre la sociedad mexicana empobrecida por los gobiernos consecuentes con las reminiscencias del periodo feudal, igual que ahora, por la división de la sociedad en clases sociales.
Defendió con todo la Constitución de 1857, proclamó las Leyes de Reforma y enfrentó con éxito la intervención francesa y el segundo Imperio, siempre luchando por conservar la soberanía y la independencia de México.
Oriundo de su natal San Pablo Guelatao, Oaxaca, Juárez conservó su dialecto zapoteco, pero su talento e inteligencia le permitieron aprender español, latín, inglés y francés, circunstancia que en parte contribuyó a tener una visión amplia de las circunstancias y acontecimientos más importantes que vivían los países del mundo.
Fundó escuelas normales e infraestructura educativa en todo el territorio nacional. Firme en sus convicciones, mantuvo el estado laico, elaboró leyes para hacer efectiva la Reforma Agraria, mantuvo la libertad de prensa, hizo efectiva la separación entre los asuntos de la Iglesia y el Estado.
Juárez también nacionalizó los bienes “del clero”: desapareció las corporaciones eclesiásticas, pasándolas a manos de la autoridad civil, igual que los cementerios y las fiestas cívicas pero manteniendo la libertad de culto, así como la sumisión del Ejército a la autoridad civil, para respetar las libertades y los derechos individuales y colectivos de los mexicanos, legado insuperado hasta la fecha por ninguno de los “destacados” personajes de la vida política de nuestro país.
Viene esto porque en su complejo de superioridad, el presidente Andrés Manuel López Obrador se considera el heredero ideológico de Juárez. ¿El remedo del Benemérito se merece esta distinción cuando afirma: “Tengo a Benito Juárez como guía, he acudido a él para pedirle consejo y nunca, nunca, me ha fallado”? En su ingenuidad e inocencia, el presidente comete cuando menos, una falta de respeto a uno de los mexicanos más queridos y respetados.
López Obrador, aprovechándose del nombre de Benito Juárez, que repite constantemente, no respeta las instituciones; por el contrario, las ha destruido y ha desaparecido a los organismos autónomos que le exigen, por razones de gobernabilidad, rendición de cuentas, como a todo servidor público, independientemente del partido que sea.
Tampoco respeta la libertad de prensa, pues 163 periodistas han sido asesinados durante su Gobierno, por ejercer su labor periodística, por lo que México se ubica entre los países más peligrosos para ejercer esta profesión.
Tampoco respeta al Ejército Mexicano. La función de este es la de ser garante de la soberanía de nuestro país y la seguridad de todos los mexicanos, pero lo denigra al asignarle tareas que no le corresponden. Ahorita son mandaderos, mañana albañiles y más tarde comerciantes, pintores, y mil oficios en lugar de desarrollar tareas en áreas estratégicas de seguridad y combate al crimen organizado, que controla estados completos, como Guerrero, Michoacán, Sinaloa, etcétera.
El presidente, pues, utiliza políticamente el nombre del más grande presidente de México, para manipular el sentimiento que todavía hoy genera Don Benito Juárez, el grande e insuperado, Benemérito de las Américas.
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