El padre de la riqueza es el trabajo y la naturaleza, la madre, señalaba William Petty, uno de los padres de la economía política clásica y efectivamente lo es, dice Engels en “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”. Nada de lo que disfrutamos como mercancías puede concebirse sin la intervención directa o indirecta de los seres humanos. Ahora bien, el descubrimiento de Marx, que a la fecha tiene vueltos de cabeza a los economistas modernos y a los capitalistas, que han procurado enterrarlo mediante la conjura del silencio, es el descubrimiento de la teoría del valor, basada en un análisis dialéctico de la realidad y que, al profundizar en ella, descubrió el carácter explotador en una contradictoria economía basada en la “libertad”.
Descubrió Marx que, para poder explotar al trabajador, debía ser libre en un doble sentido: libre de medios de producción, para no poder tener sustento propio y verse obligado trabajar para vivir; y libre de cualquier tipo de sojuzgamiento, de manera que pueda libremente elegir con quién trabajar a cambio de un salario. He aquí la primera contradicción: ser libre para ser explotado. Ahora bien, esa doble libertad hace esclavo de la clase capitalista al obrero, pues, aunque bien
Ahora bien, un segundo descubrimiento fundamental de Marx fue la diferencia entre la fuerza de trabajo y el trabajo, pues los economistas clásicos intuían la diferencia, pero no la precisaron y por esa falta de precisión llegaron a cometer errores garrafales en su análisis. En qué consiste la diferencia, en que al trabajador no se le paga por lo que trabaja, sino, por su capacidad para trabajar y ello se demuestra fácilmente, pues el obrero no puede vender su trabajo en virtud de que cuando llega con el patrón no ha trabajado aún; sin embargo, pactan un precio, entonces, ¿qué vende si aún no ha trabajado? Su fuerza de trabajo, es decir, su capacidad para trabajar por un determinado tiempo, normalmente 8 horas en esta sociedad moderna, pero en México se eleva a 10 y 12 horas.
Ahora bien, descubrió Marx también que la fuerza de trabajo, como mercancía tiene, lo mismo que toda mercancía, un doble carácter, valor de uso y valor. El valor de uso de la fuerza de trabajo se despliega al poner a trabajar al obrero. Asimismo, el valor de la fuerza de trabajo lo estima Marx en función del costo que representa reponer las energías del trabajador por término medio para que, a la jornada siguiente, estuviera dispuesto a trabajar con energías renovadas y, al propio tiempo, tuviera la capacidad de renovarse mediante su descendencia, en la medida en la que él llegara a faltar en su calidad de trabajador. Es así como se establece una “canasta básica”, que representa lo que necesita el obrero para reponer esas energías, perdurar como clase y que, en monetario, representa el salario.
Descubrió, además, que una vez que se hace uso de la fuerza de trabajo y el obrero se pone a trabajar, con su esfuerzo crea más valor de lo que cuesta su fuerza de trabajo. Así, el obrero produce más valor de lo que recibe; sin embargo, con base en el contrato, en general, a él no quedaron de pagarle por lo que producía, sino por lo que costaba su capacidad para trabajar. Así que, al trabajo no remunerado se le conoce como plusvalor o plusvalía, que traducida en dinero se convierte en la ganancia.
Adicionalmente, en los primeros capítulos de su obra cumbre, El Capital, partió del supuesto de que a tiempos iguales valores iguales, es decir, que en una hora de trabajo se aportaba una hora de valor. Sin embargo, al llegar al capítulo de la maquinaria, capítulo 13, Marx pone de manifiesto que la cosa cambia, es decir, que en una hora se puede producir más valor que antes gracias al proceso de intensificación del trabajo al que la maquinaria somete al obrero. Ahora el obrero se desgasta muchísimo más que antes en una hora, pues si antes daba 100 martillazos por hora ahora deberá, debido al ritmo de la maquinaria, por ejemplo, dar 500. Aunque la máquina debería facilitar al obrero la labor, pues ahora es la máquina herramienta la que hace lo que antes el obrero, en manos del capitalista resulta lo contrario, ahora el obrero trabaja más.
La plusvalía (en monetario, la ganancia) debe ser distribuida por el capitalista productor de mercancías entre los capitalistas que se encargan de distribuir esa mercancía, ya que la realización de la ganancia resulta toda vez que se vende la mercancía.
Es así como, en menos de una década se han desarrollado de manera exponencial el mercado de las entregas a domicilio, basadas en las transacciones electrónicas, con tarjeta o en depósitos en efectivo, con lo cual, se ha intensificado también el trabajo de los obreros de esa industria y “los capitalistas individuales, que dominan la producción y el cambio, sólo pueden ocuparse de la utilidad más inmediata de sus actos. Más aún; incluso ésta misma utilidad -por cuanto se trata de la utilidad de la mercancía producida o cambiada- pasa por completo a segundo plano, apareciendo como único incentivo la ganancia obtenida en la venta” Engels.
En ese sentido, al ser la ganancia lo que inmediatamente importa, las consecuencias sociales y naturales, no están en las cuentas de los capitalistas. Así se explica la reciente polémica de la empresa de entregas Amazon en la cual, “para cumplir las metas”, los trabajadores del transporte tenían que orinar en botellas de plástico, lo cual fue negado en primera instancia por el gigante de la distribución; sin embargo, “la compañía se disculpó con un político estadounidense por negar falsamente que los conductores se hubieran visto, en ocasiones, obligados a recurrir a esta práctica” (BBC Noticias).
Me recordó la visionaria película de Chaplin llamada Tiempos modernos, en la cual un Chaplin obrero es sometido a terribles jornadas de trabajo, a una intensificación brutal de su trabajo, a una vigilancia extrema que incluía un monitor en el baño para que no perdieran ni un minuto de más y en el que se busca instrumentar un mecanismo para alimentar mecánicamente al trabajador de manera que no deje de hacer su faena. Eso es lo que hoy pasa con Amazon y revela que Marx tenía razón, es el afán de lucro el que empuja al capitalista a intensificar el trabajo dando como consecuencia la degradación de la clase trabajadora y el terrible golpe al medio ambiente. Sigue vigente, también, la tesis de Marx que la liberación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma. Invitamos a los obreros de México a sumarse al Movimiento Antorchista Nacional para formar parte de esa fuerza liberadora que necesita nuestro país.
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