Bajo la narrativa política del presidente Andrés Manuel López Obrador de que el sistema de salud en nuestro país iba a ser mejor que el de los países del norte de Europa como el de Dinamarca o Suecia, la 4T tan pronto arribó al poder, suprimió de tajo el Seguro Popular que era muy demandado por la gente y en su lugar creó el desparecido Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) que tenía la tarea de brindar cobertura universal gratuita y de calidad, sin embargo todos los mexicanos sabemos en qué paró la ocurrencia y hoy alrededor de 40 millones de personas de bajos ingresos no tienen acceso a ningún tipo de medicina si no la pagan de su bolsillo.
A pesar de la crisis en el sector salud provocada por la 4T, el titular del Ejecutivo Federal no para en declaraciones y promesas, repite una y otra vez que hoy el servicio médico es universal y gratuito, pero basta acercarse un poco más a los centros de atención médica y en los hechos, los hospitales están saturados. Es lamentable ver las largas filas de espera en los nosocomios, sobre todo en los públicos y es mucho más cuando nos atrevemos hacer un breve sondeo con derechohabientes o sus familiares y resulta que es difícil encontrar al especialista adecuado; las medicinas y materiales de curación.
En México, el sistema de salud pública nunca gozado de buena fama por su falta de calidez, de prontitud en la atención de los pacientes y la carencia de especialistas competentes para los enfermos difíciles o graves, conocidas como catastróficas, se tratan de enfermedades que pueden empobrecer a una familia que no cuenta con aseguramiento y que de pronto tiene que hacer frente a estos gastos un ejemplo es el cáncer, cuyo tratamiento puede rondar entre los 300 mil pesos, pero puede llegar a los 5 millones de pesos. Con todo, el servicio de salud pública representaba la única opción al alcance de la población de bajos ingresos.
Según un estudio del Centro de Análisis de Políticas Públicas A. C. “México Evalúa”: La transición del Seguro Popular (SP) al Insabi no fue sólo un cambio de imagen. En materia de atención a la salud y finanzas públicas, el principal cambio fue la eliminación de tres cosas: el sistema de afiliación, el Catálogo Universal de Servicios de Salud, para sustituirlo por un sistema de gratuidad completa, y el financiamiento per cápita del sistema, pues con la creación del Insabi se incrementó la población objetivo y el número de padecimientos a cubrir, pero no se establecieron nuevos mecanismos presupuestarios, sino que se debilitó el compromiso del Gobierno para financiar al instituto. Toda una contradicción.
Con la transición al Insabi se mantuvo la obligación de costear un catálogo de 66 padecimientos o enfermedades catastróficas, pero el gasto no dejó de caer. En 2019, los datos oficiales reportaron un gasto de 6 mil millones de pesos, 31 por ciento, 2.7 mil millones de pesos menos que en 2018. Para 2020 el gasto se redujo a 5.9 mil millones pesos y las cifras anuales más recientes, de 2021, muestran una caída hasta 2.8 mil millones de pesos, 71 por ciento, 7 mil millones de pesos, por debajo del promedio del sexenio pasado.
Asimismo, México Evalúa revela que no ha habido ningún padecimiento que se haya salvado de recortes presupuestales. Por ejemplo, el gasto en atención de pacientes con VIH/sida promedió 3.6 mil millones de pesos el sexenio pasado, pero en 2021 se reportó un gasto de sólo 1.8 mil millones de pesos, un recorte de 48 por ciento, 1.7 mil millones de pesos.
Especialistas explican, aunque existe desabasto de medicamentos e insumos, los médicos oncólogos tienen la orden de no rechazar a las personas. Tienen prohibido decir que no tienen los insumos necesarios para otorgar la atención, porque sería una manera de reconocer que la actual administración no está movilizando los recursos necesarios para cumplir con su promesa. Lo que sucede con los centros de salud que prometen todo con recursos escasos, si es que tienen, es que la gente acaba recibiendo la promesa de atención en el futuro; es decir, aparecen las listas de espera larguísimas. En casos de enfermedades como el cáncer, la gente acaba muriendo antes de que la puedan atender.
De acuerdo con el análisis de México Evalúa, la transición al Insabi supuso cortar de tajo la participación de los prestadores privados, bajo la premisa de que la salud se estaba privatizando, y que existía lucro y corrupción, lo cual no fue comprobado en ninguna auditoría previa a 2019 ni posteriormente. La triste ironía es que como lo demuestran los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) respecto a la mayor proporción de familias que han tenido que hacer desembolsos para enfermedades catastróficas y las mayores dificultades de acceso a los servicios públicos salud, la 4T ha privatizado de hecho la salud de los mexicanos.
AMLO y Morena, está haciendo lo que no pudieron hacer los gobiernos anteriores, privatizar la salud del pueblo de México. Para el actual grupo político en el poder, la salud pública no es ni será prioridad. No es necesario ir muy lejos para percatarnos de esta indignante realidad, las corcholatas de López Obrador están en plena campaña rumbo a la sucesión presidencial y todos ellos no dicen ni proponen otra cosa más que seguir consolidando la Cuarta Transformación.
Pero falta lo peor. Un reporte del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales revela, si el candidato de AMLO es derrotado, el presidente no pasará silenciosamente a segundo plano. Su base de seguidores todavía es bastante grande y leal para permitirle tener una influencia sustancial. Ha instalado a militares en roles de economía e infraestructura estratégicos que pueden crear fuerzas saboteadores al posible gobierno opositor a la 4T y seguir imponiendo las políticas cuatroteistas.
Ante estas circunstancias, los que buscamos una patria más prospera y justa en beneficio de todos, no podemos perder de vista de que no basta quitar a Morena y la 4T del poder. El problema de fondo es el modelo económico neoliberal que todo lo convierte en mercancía y cualquiera que llegue a la presidencia tendrá que seguir privatizando todo, incluso la salud de los mexicanos. Por lo tanto, se necesita no solo un cambio de partido como ha venido ocurriendo, sino cambiar de clase, es decir, que el pueblo trabajador organizado y educado tome las riendas de la nación en sus manos y desde alli impulse medidas económicas viables que garanticen empleo, salario digno, vivienda digna, educación de calidad y salud para los que producen directamente con sus manos la riqueza de este país.
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